2007/07/28

Obrigado

Volvimos a España maravillados de visitar a nuestros vecinos y preguntándonos por qué estando tan cerca, son tan desconocidos. Todos hablan de las maravillas de París, Niza, Roma, Venecia, Londres, Viena, Amsterdam, Madrid y Barcelona...y casi nadie se acuerda de un país europeo donde se encuentran ciudades de singular buen gusto y capaces de asombrar a sus visitantes tanto como las más cotizadas reinas del turismo.

Gracias, amigos portugueses por vuestra cercanía y amabilidad, gracias por vuestra humilde cortesía y educación, obrigado, obrigado, obrigado.

Nuestro primera parada, Cascais. Con esa coqueta bahía decorada con casitas bajas de colores como si estuvieran pintadas con un pincel, y sus limpísimas terrazas donde degustar unas sardinas asadas que dejarían satisfechos los paladares más exigentes de Andalucía (el individuo de la foto es uno que se émpeñó en estropearnos todas las fotos donde había algo bonito, pero no sabemos ni cómo se llama.




Cascais estaba muy cerca de la elegante Estoril , donde teníamos nuestro campamento base, tan cerca que íbamos y veníamos andando (15 minutos a paso lento). Lo mejor de esta ciudad burguesa que acogió a la familia real española durante la dictadura (me pregunto si volverían a hacernos el favor de quedárselos otra vez en pack) es, por su puesto el casino más grande de Europa y su privilegiada situación. Disfrutan de la tranquilidad del mar y el tren de cercanías tarda 25 minutos en llevarles al meollo de la (pequeña) gran capital, Lisboa.











De Lisboa se pueden enseñar muchas imágenes y hacer descripciones más o menos precisas de su fotogénica fisonomía. Pero para entender esta ciudad hay que adentrarse en sus calles y sentir cómo respira. Tiene un pulso lento pero armonioso, sencillo y colorido a la vez, decadente y bello al mismo tiempo. Es una chica tímida que no se pinta, pero te enamora sin querer.


Es una ciudad de poetas, de intelectuales que soñaban con ser libres, una ciudad de cafés donde se forjaba el socialismo, una ciudad de borrachos y de putas, un ciudad bohemia. Hoy sólo queda su espíritu, pero se palpa y se siente lo que fue, pese a los turistas que hacen cola para hacerse la misma foto junto a la estatua del paciente poeta Pessoa, que resignado aguanta los flashazos y sigue viendo pasar el tiempo en su silla del café A Brasileira, en el céntrico Chiado.




Por no hablar de los tranvías, cuya red recorre la ciudad y le da ese aspecto de juguete roto a las zonas más deprimidas, como este, en la paupérrima Rua da Vica.






Pero junto a esta cara amable está la ciudad defensiva, plagada de fortalezas, murallas, arcos del triunfo y obeliscos que revelan un pasado guerrero enfrentado siempre a la invasión extranjera y dispuesto a defender con uñas y dientes su identidad dentro de la Península.








Su rivalidad histórica con España se limita al plano cultural, los portugueses no pasan por alto que su historia es también la nuestra, pero defienden su posición en algunos aspectos que son ignorados por los españoles que miran con desdén a sus vecinos, el mismo desdén con el que nos miran a nosotros lo franceses, por cierto.

Se consideran, por ejemplo, precursores de las rutas por el Atlántico que acercaron a los buques lusos a tierras americanas, mucho antes, según algunos historiadores (aquí Ramsey podría explicarnos su veracidad) de que Rodrigo de Triana gritara ¡Tierra a la vista! y Cristobal Colón (que era del mismo Logroño como todos saben) otorgara a España el título de descubridor. Para recordar el papel de Portugal en la época de los Descubrimientos, en el barrio de Belém se levantó en 1860 este precioso monumento en la desembocadura del Tajo (que conmemora a los 500 años de la muerte de Henrique el navegante y a los primeros aventureros que osaron adentrarse en el "fin do mundo".





Y por su puesto, nadie puede irse de Lisboa sin haber visitado Sintra. Este pueblecito de la sierra extremeña no se parece a nada. Hay que verlo para comprender por qué Byron fijó allí su residencia durante una larga temporada, maravillado por el verdor del paisaje, las escalinatas que recorren las calles, los castillos y torres medievales que te transportan a otro tiempo.




"(…)Es que en varios laberintos de montes y valles surge el glorioso Edén de Sintra.

¡Ay de mí! ¿Qué pena e que pincel logrará jamás decir la mitad siquiera de las bellezas de estas vistas?

¿Habrá villa como ésta? ¿Habrá lugar tan mítico, dónde el aroma sea intenso, dónde el verde sea tan vivo, dónde el amor sea tan puro?. ¿Habrá estrofa tantas veces cantada?. ¿Habrá tamaña fuente, en la que los poetas hayan bebido inspiración(…)?".







Especialmente pintoresco es el castillo de Pena, que más parece un castillo de colores diseñado por Dreamworks que una residencia veraniega construida para el monarca Fernando II de Portugal en 1836. Es una especie de pastiche que engloba todas las corrientes artísticas de la historia de la humanidad. Encontramos habitaciones que podían pertenecer a un jeque árabe, otras recuerdan el gótico europeo, mientras otras te lleva a la India...semejante mezcla, lejos de resultar grotesca, es una explosión cultural y artística que te deja asombrado. Se puede cotillear en las habitaciones de los reyes,las de los sirvientes, biblioteca, cocina y una capilla con el retablo más bonito que he visto en mi vida.










Y después de tanta visita cultural tocó sol y playa en el Algarve. Allí pudimos enterrar el estrés, relajarnos y disfrutar de un hotelazo a precio de ganga (loado sea el low cost) en la región de Lagos. No obstante, para los frioleros recomiendo las playas de Cádiz, porque en el Algarve viene un viento del norte ideal para navegar, pero que te deja tiritando. Con todo, tuvimos tiempo para embarcarnos en una excursión en barquito por las grutas muy agradable y divertente. Las grutas, son una auténtica pasada (siento ser tan prosaico pero noto como mi increible talento narrativo empieza a flaquear).








Y después a disrutar de la habitación, para lo que se recomienda una compañera de juegos como la que yo llevaba, que te hace pensar si quizá hubiera sido mejor no haber salido de allí en quince días. Quizá la próxima vez :)




La vuelta a la realidad es dura,sobre todo si viajas con TAP la compañía aérea más cutre del mundo y tienes un curro tan coñazo como el mío, pero ya estoy pensando en mi próximos destinos. Festival de Sitges, Barcelona, Italia... y por supuesto Madrid, que en invierno es una ciudad apasionante para vivir y no es coña. Así que ¡a vivir!

2007/07/25

Lecciones de moral

Antes de nada, quiero aclarar que he elegido este título para el post porque es una frase muy recurrente, algo polémica y porque en definitiva supongo llama la atención. En ningún caso me siento capacitado para dar lecciones de moral a nadie... miento. A un buen puñado de personas supongo que sí, a raiz de las cosas que contemplo, pero igualmente hay una enorme cantidad de gente que podría dármelas a mi, pues nadie es perfecto y mucho menos un servidor. Además, cada cual tiene sus circunstancias y no es muy sabio andar juzgando a los demás, lo cual no quita expresemos una idea u opinión con la determinación que corresponda; lo haré esta vez sobre una cuestión importante como es ésta en un mundo donde, siempre desde mi punto de vista, hemos relativizado valores hasta lo ridículo y sacralizado banalidades hasta lo estúpido.

A menudo se habla de moral, o ética si preferimos el término de origen griego, pero no creo que esté tan claro donde ésta empieza y donde acaba, qué abarca, qué reglas impone y dónde están sus límites. De alguna forma, como grupo social entendemos una serie de directrices que nos vienen impartidas de manera hereditaria por medio de la familia, los amigos, los medios, las experiencias, pero muchas veces transigimos esas reglas o ni siquiera las apreciamos o, creemos, respetamos. Sin embargo siempre he pensado que algunas cosas son como son por algo: considerándome un apasionado amante del individualismo y la independencia, lo cierto es que hay aspectos heredados de la sociedad que, si están ahí desde tiempos inmemoriales, es sin duda por algo. NO MATAR, por ejemplo, sería una regla moral de este tipo: simple, milenaria y entendida por casi todos -que no todos- los individuos de casi todas -que no todas- las sociedades.

Entonces, ¿de qué va este post? Sigo. Hay personas que acatan unas normas morales dadas en paquete, otras las van descubriendo... y curiosamente suelen ser parecidas, al menos las fundamentales, aquí y allá, ahora y después; unos individuos respetan más estas reglas y otros las transigen de vez en cuando, incluso hay quien pretende ser ajeno a todas ellas, lo cual es tan utópico como aquel que pretende seguirlas siempre al pie de la letra. Pero muchas veces sus límites quedan desdibujados, indefinidos, más aun en esta nuestra sociedad del todo vale, el tan recurrido y malinterpretado "carpe diem" o el clásico "hay que probarlo todo", que para un servidor se traducen básicamente en "haz lo que te de la gana sin pensar en las consecuencias, en los demás y muy probablemente en ti mismo". He aquí la clave...

¿Qué es la moral? En la RAE se contemplan varias acepciones, pero voy a quedarme con aquella de lo "bueno", en contraposición a lo "malo", es decir -y esto es personal-, aquel conjunto de reglas que harían de la sociedad algo mejor. Aquí es donde mucha gente, por lo general quienes tienen demasiado que ocultar tras sus espaldas, te dirían: "¿y qué es bueno y qué malo, quien lo dice???", pero es una pregunta que esconde, de hecho, el miedo a ser defectuoso, malvado, clara prueba de que sobre todos nosotros planea de alguna forma una CONCIENCIA, que es el mecanismo por el que juzgamos nuestros propios actos -no los ajenos- en base a los normas morales que de alguna forma todos percibimos, independientemente de que a veces y en según qué personas, la conciencia sea muy endeble, pero nunca inexistente.

En realidad la moral no define, o debería definir a las personas, sino sus actos; un individuo puede ser amoral en cuanto sus actos lo son, nunca en sí mismo como condición inherente e inmutable. A nadie le gusta verse etiquetado de amoral en el sentido de, digamoslo exageradamente, malvado, y muchas personas, rotas ciertas barreras, adoptan el recurso fácil de lavarse el cerebro, modificar su conciencia y adoptar nuevas reglas para conducirse por la vida pensando que son legales, buenos, virtuosos, etc. Pero incluso lo actos más aberrantes lo son en sí mismos y las personas tienen la capacidad de rectificar, aprender de los errores, reconocerlos y enmendar sus "pecados", por así decirlo (luego hablaremos de esto). Este post es para todos ellos, para quienes quieren mirar de frente una serie de directrices que de hecho no están tan desdibujadas como algunos pretenden; háganlo pues sin miedo y recuerden que, como ya decían los latinos, "errare humanum est", que viene a ser "equivocarse es humano", se lo dice un servidor.

En realidad hay dos pilares básicos sobre los que debería basarse toda moral respetable, que son no hacer daño a los demás y no hacerse daño a uno mismo. Veamos como abordarlos de forma satisfactoria...

El primer pilar, el de no hacer daño a los demás, parece ser el más reconocido por la mayoría de personas y tal vez sea, a fin de cuentas, el más importante. Ante la moral y el ya mencionado y pretendido relativismo de la misma, mucha gente alegaría, sobre este pilar, que no a todo el mundo le hace daño lo mismo y que, incluso, puede haber personas que se sientan heridas sin que el "hiriente" tuviera la más mínima intención de cometer un acto reprobable en cualquier caso... y tendrían razón. En efecto, no es lo mismo herir que sentirse herido, ojo: si a mi me molesta que el vecino de enfrente tenga la voz aguda, el problema es sin duda mío; si me gusta caminar por la calle a solas y me siento eclipsado por la gente, el problema es mío, etc., etc. Es decir, ni el vecino ni, obviamente, la masa de gente que camina por la calle son amorales, por así decirlo.

¿Entonces? Es muy sencillo y, paradógicamente, algo relativo para llegar a conclusiones más bien absolutas: NO QUIERAS PARA OTROS LO QUE NO QUIERES PARA TI MISMO Y NO QUIERAS PARA TI LO QUE NO QUIERES PARA EL RESTO. Esta regla es la materia prima de que está hecho el pilar del "no hacer daño a los demás" y es de hecho algo personal, lo cual no deja de ser fascinante. De ahí que sea fácil engañar a nuestros semejantes sobre lo que quisiéramos o no, relativizando las cosas tras el velo de la hipocresía, pero ¿lo es a nosotros mismos? Todo el mundo sabe para sí mismo si está teniendo un comportamiento moral y por tanto, aunque sea por él y para él, todos saben cuando están obrando mal de una manera absoluta.

Por ejemplo, si no quisieras tener cuernos por causa de tu novio/a -y no hablo de enterarse o no, de sólo en viajes y demás pamplinas-, no los pongas, así de simple. De hecho, la simplicidad en estos casos suele ir de la mano de la verdad: cuando necesitamos dar muchas vueltas de tuerca y argumentar en base a situaciones hipotéticas, extremas, o que sencillamente y en el fondo pensamos nunca nos afectarán, mala cosa.

Fíjense, queridos lectores, que regla más clara, cristalina, transparente y al mismo tiempo personal, pero completamente válida, para saber cuando estamos teniendo un comportamiento moral y cuando no es el caso. Restulta curioso por tanto que la moral, al menos en lo que concierne a este pilar, sea algo individual, porque igual de fácil es relativizarla de cara a los demás como difícil lo es engañarse a uno mismo. Nuestra propia conciencia, decía, es el juez más implacable y ésta es sin duda una de las características básicas del ser humano: el que pretende no tenerla, por tanto, tal vez esté haciendo un esfuerzo por animalizarse con tal de no mirarse al ombligo... triste y verdadero exponente de amoralidad en el peor sentido de la palabra.

Un servidor reconoce no ser capaz de entender a esas personas que, retomando el ejemplo anterior, ponen los cuernos a tutiplén, pero dicen abiertamente que, si se enteraran de que a su vez se lo hacen a ellos, matarían al novio/a de turno... Como decía mi viejo abuelo, cuando esto llega a un punto en que se torna casi mecánico, como una forma de vida... no lo comprendo de verdad: yo no sé si esta gente es verdaderamente consiente de que está haciendo justo lo que ellos no quieren, osea, causan el daño que ellos sentirían como propio y por el cual sufrirían... No sé, voy a pararme aquí, supongo que simplemente son personas que sólo piensan en sí mismas y tendrán el ya mencionado "carpe diem" todo el día en la boca; tal vez, por echarles una mano, sean simplemente tan estúpidos como para no entenderlo o no apreciar el cambio, lento pero imparable, de su actitud ante la vida.

Vayamos ahora con el segundo pilar, el de no hacerse daño a uno mismo, que muchos no reconocen y, de hacerlo, suelen esconder tras el también mencionado "hay que probarlo todo". Me hacen gracia estas frases hechas tan recurrentes, la verdad, porque la mayoría de las personas no saben lo que significan, simplemente se sienten refugiadas tras ellas como el niño que se esconde bajo la sábana por miedo :-) Puesto que hablamos de una misma estructura (de la moral), ocurre que, muy a menudo, si este pilar falla, acaba resultando en un inevitable daño a los demás, aunque no siempre es necesario; del mismo modo, quien hace daño a los demás es muy probable acabe haciéndoselo a sí mismo. Auto-destruirse, decía, es quizás menos importante que hacer daño a los demás, pues a fin de cuentas puede haber muchos demás, pero sólo uno mismo, nunca mejor dicho y ya puestos, si queremos hacernos daño, es nuestro problema.

Este segundo pilar de la moral, de hecho, está más relacionado con el valor de cada ser humano en sí mismo como elemento de integridad, de bien, de virtud, de ahí que sea inevitable evocar a la religión y en este caso a la cristiana, que es la que mejor conozco; como ustedes comprenderán, queridos lectores, la sombra de la religión, incluso como legado cultural, planea sobre todos nosotros, por lo que hubiera sido muy difícil, sino imposible, hablar de moral y no de religión en este post. Mucha gente se pregunta qué son los pecados, a algunas personas incluso les molesta el concepto mismo de pecado y muy poca gente, pienso yo, sabría responder qué significan realmente. En la RAE hablan de defectos, de lo bueno y lo malo, de romper unas reglas, pero los llamados pecados, no son sino, precisamente y para un servidor, aquellos actos que fundamentalmente nos hacen daño a nosotros mismos como seres humanos. Y si no, pensemos en los pecados que nos indica la Iglesia como principales, aquellos capitales:

GULA: quien se siente como un miserable, come porque es infeliz y es infeliz porque come. Carece de autoestima, ya no disfruta de la comida, sino que la enguye listo para vomitar, haciéndose un daño considerable a la salud, reventando pantalones. No se puede ni mover, suda, jadea y sólo corre un poco más a llenar su boca de colesterol y basura. Ansioso, asqueroso, cerdo.

AVARICIA: quien nunca se sacia de lo que tiene, está constantemente insatisfecho, siempre quiere más pero es incapaz de llenar el vacío de su espíritu. Sale a comprar compulsivamente, llena bolsas de cosas que luego quedan apelmazadas criando polvo. Codicioso, corrupto, malcriado.

PEREZA: quien lleva una vida mediocre y gris por indolencia, quien esconde tras el velo de lo cómodo todo aquello que teme. Pretende vivir ajeno a los problemas, mirando en otra dirección, incapaz de sacrificarse por nada ni por nadie. Cobarde, pusilánime, insignificante.

IRA: quien odia con saña y se tortura por dentro, viviendo en un estado de paranoia e infelicidad permanente. Quien se siente agredido, está a la defensiva y reacciona con fiereza ante cualquier estímulo porque se retuerce constantemente. Rencoroso, violento, odioso.

LUJURIA: quien se olvida de la fidelidad y aparta los sentimientos hasta que un día se vuelve incapaz de amar. Instrumentaliza a las personas como objetos para saciar un apetito cada vez más oscuro. Ya no recibe más estímulos que los de una mente enferma. Sucio, degenerado, obsceno.

ENVIDIA: quien se aflije por el bienestar de otros, quien se siente atacado y se rebela porque otros tengan éxito. Desea que los demás caigan en la misma desgracia que sólo él siente. Se tortura por las mismas noticias que hacen felices a sus semejantes. Cínico, hipócrita, malnacido.

SOBERBIA: quien persiste en sus errores, hasta los más execrables, incapaz de mirarse al ombligo, de aprender las cosas, sin embargo fundamentalmente estúpido para el resto. Traspasa los límites del amor propio para, de hecho, despreciarse, escondiendo su desdicha tras una falsa máscara de autoestima. Injusto, estúpido, intransigente.

La Iglesia ha hecho un buen trabajo individualizando estos pecados, que prácticamente abarcan todas las facetas de un comportamiento auto-destructivo. Son máximas que escapan al tiempo y al espacio, como casi cualquiera que toque los asuntos del espíritu, aplicables en cada época a cuestiones concretas: nótese, de hecho, que problemas de índole actual, como asuntos de drogas, ludopatía, o fracaso escolar, por poner algunos ejemplos, beberían de lujuria, avaricia, pereza... El Tao Te Ching, de Lao Tse, también pretende, mediante pequeños pero valiosísimos consejos o reglas, mostrar "el camino de la virtud", igualmente atemporal en sus conceptos. Y como éstas, casi todas las religiones contemplan el daño personal a los valores humanos, nuestra esencia, integridad o como quiera llamarse.

Sin embargo, puesto que los dos pilares de que hemos hablado parecen mantener una estrecha relación, sería difícil pretender que uno fuera relativo y el otro absoluto; en este sentido, son muchos quienes critican a nuestra amiga la Iglesia y no sin razón, pues pretendería ser adalid de unas reglas básicas inmutables. Este tema, no poco interesante y que por sí mismo daría para un post independiente, se basa en la figura de Dios mismo: quienes pretenden representar al Señor, ¿acaso no han de sentirse autorizados para reclamar sus doctrinas como absolutas e incuestionables? Sin embargo, de lo que dijo Dios a través de la figura de Jesucristo a lo que dice la Iglesia hay un trecho: de este modo, la virginidad hasta el matrimonio, por ejemplo y aunque creyéramos en la palabra de Jesús a pies juntillas, no es ningún dictamen divino, sino una de las muchas reglas que la Iglesia ha ido elaborando, algunas con la mejor de las intenciones, otras movida por la corrupción inherente al ser humano, otras más por simple inercia a lo largo de los siglos...

Tenemos por tanto unos pecados que, aparentemente, no dejan de ser algo subjetivo: por ejemplo, todos reconocemos la envidia como tal, pero ¿dónde empieza ésta y termina la indignación? ¿Es lujurioso quien usa un preservativo? ¿Tal vez quien participa en orgías? Y la avaricia... ¿es alguien avaricioso cuando tiene más que el vecino? ¿Dos coches? ¿Un barco? ¿Cómo se mide todo esto? Una vez más, decía, es una cuestión fundamentalmente personal, pero, en este caso, la conciencia es inexistente. La conciencia no le dice a nadie cuando se está, por decirlo de alguna forma, corrompiendo y las religiones, aunque hemos visto cumplen su importante labor como transmisoras de unas directrices, no pueden en ningún caso establecer un compendio de cientos sino miles de reglas para el comportamiento ideal.

Es la sensación de hastío vital, de falta de referencias, de pérdida de rumbo, de vacío existencial... es, a fin de cuentas, el propio espíritu quien, tal vez, nos hace sentir que de alguna forma nos falta algo, a pesar del dinero, la salud, el éxito y demás; y, como no podía ser de otra forma, quienes menos reflexionan, tal vez tratando de huir de todas estas cuestiones, son los que después más acusan su propia corrupción, incluso aunque para su desgracia no lleguen a ser conscientes y acaben malgastando su vida hiriéndose e hiriendo... pero bueno, por algo el mundo es como es, ¿no? De ahí frases que siempre tengo en la boca, como aprender de los errores, ser consecuentes con nuestros actos, afrontar lo que viene de forma constructiva... de esta forma siempre se tiene una mayor garantía de elegir las mejores opciones de entre las que se nos presentan, vivir diversas experiencias plenamente y disfrutar de la vida tomando las riendas de nuestro destino en vez de ser arrastrados por el torbellino de las pasiones, pues cuerpo, mente y espíritu están estrechamente ligados... éste es el verdadero camino del placer bien entendido. En definitiva y para concluir, somos una vez más nosotros mismos quienes mejor sabremos cuándo estamos quebrantando el segundo pilar, cuándo, sentados mirando el vacío, nos preguntemos por qué nuestra vida es un montón de miserias maquilladas tras la máscara de lo artificioso. Cerrar los ojos del espíritu en el devenir de la vida es como cerrar los del cuerpo en una carrera de obstáculos: en definitiva sólo nos estaremos haciendo daño.

Así acaba este post, que tal vez sirva a alguien. No tengamos la menor duda de que todos los problemas en esta sociedad, salvo aquellos derivados de causas naturales, beben del egoísmo, la falta de solidaridad, el materialismo, la intolerancia, la corrupción y tantos otros sinónimos de amoralidad. Todos hacemos daño, todos nos corrompemos alguna vez, por tanto todos somos amorales en mayor o menor grado y tal vez este hecho vaya siempre de la mano del hombre, pero al menos no pretendamos negar lo que esto significa, particularmente a nosotros mismos...

Un saludo!