2014/09/09

El fin de Jesús no eran las palabras, sino la muerte

Hace ya años, un amigo cuestionaba la idea de la divinidad de Jesús, en el sentido de que su mensaje podía ser respetable, pero era absurdo que los cristianos del siglo XXI pretendieran también atribuirle propiedades sobrenaturales.

Mi amigo se equivocaba de cabo a rabo. Uno puede no ser cristiano, obviamente, pero no puede llamarse así de no creer en la muerte y resurrección de Jesús, ya sea en el siglo XXI o en el XXV. La palabra es importante, pero no es una filosofía sin más, o de lo contrario no hablaríamos de una religión. Por encima del mensaje hay un propósito muy concreto, tal y como resume este magistral comentario que he encontrado en internet  (las aclaraciones entre corchetes son mías):

"Su misión fue la Palabra y la Verdad. Pero esto no hubiera sido suficiente para que los hombres estemos plenamente integrados en [la gracia de] Dios. Fue el vaciamiento de la divinidad rebajada a hombre, el vaciamiento del hombre hasta ser despojo y el vaciamiento de la elemental justicia cuando grita -¡perdónalos!-, lo que revierte en Misericordia. Ésta es la sangre de Cristo que limpia los pecados: la máxima injusticia sufrida por el más grande inocente que clama a Dios el más inusitado perdón de sus verdugos, resquebraja cualquier posibilidad de que nadie caiga fuera del ámbito de Dios. Su Misericordia irrumpe ante el más singular de los acontecimientos [incluso la misma muerte]. Para eso vino Dios al mundo: para hacerlo todo nuevo [alianza nueva y eterna]."

Esto, aún más resumido, significa que Dios, escuchando los anhelos de los hombres que lo rogaban, habría llevado su gracia hasta ellos como uno más, para poder morir y resucitar en consecuencia, prueba misma de sus palabras: "estaréis conmigo en el Paraíso".

Como yo siempre digo, o bien es todo una gran mentira o, si aceptamos que Dios está de por medio, entonces debemos asumir que cualquier cosa sea posible, como si aparece el muñequito gigante de los marshmallows :-)