2012/10/06

La cachimba perfecta, o cómo preparar una buena shisha

No sé cuándo empecé a fumar en shisha. Como casi todo el mundo, algún día de algún año ya remoto, en alguna de esas teterías que una vez se pusieron tan de moda. Como muchos, yo era de esos no fumadores que sin embargo se permitían aspirar el denso, blanco y aromático humo de la cachimba, pues no nos sentaba mal ni nos hacía toser. Era algo ocasional, pero siempre agradecido. Años después llegaron las cajetillas habituales. Lo dejé y retomé varias veces, como todo fumador que se precie; y en cada recaída me lavaba el cerebro pensando que no volvía a fumar, o al menos no lo de antes. Así llegaron los cigarrillos negros, los puros, los puritos... llevaba a gala el no volver a fumar tabaco rubio, ¡menuda tontería! Y no porque no sea el peor, que esto es verdad, sino porque tampoco puede decirse que el resto sea inocuo... hasta que, en una de esas recaídas, llegó con fuerza la shisha. Matizo: no puedo aventurarme a decir que fumar en pipa de agua no es perjudicial, es más, seguro que lo es; dicen diversos estudios que viene a ser lo mismo, lo cual eso sí yo dudo. ¿Los motivos? Cero flemas por las mañanas, cero dolor en los pulmones, cero sensación de ahogo al correr o hacer ejercicio y, sobre todo, lo que mencionaba antes: dale una shisha y un cigarro a dos personas que no han fumado en su vida y comprueba la reacción ante su primera bocanada... Efectivamente, el cuerpo es sabio y, por lo menos a mi, me dice que esto tiene que ser mucho mejor que los cigarros, de hecho lo que filtra el humo es la propia agua. Y no, no hablo de una shisha cada tres días, sino de una o dos por día, con una duración de 1 horita por sesión.

De este modo llevo siendo fumador habitual de cachimba desde hace unos 5 años. Intento no fumar cigarros, sobre todo comprarlos, aunque de vez en cuando cae uno. Pero a diferencia de otras veces, en que lo dejaba incluso por un año largo para volver a las andadas, esta vez firmo si soy capaz de quedarme como estoy. La shisha además conlleva todo un ritual de elaboración, siendo en cierto modo totalmente opuesta a ese fumeteo compulsivo del que apenas puede esperar a que acabe la peli para salir a encenderse un pitillo, que chupetea y comprime para succionar toda la esencia. No. La cachimba requiere de una preparación cuidadosa y unos conocimientos que influirán en cuánto dure, cómo sepa, cuán densa sea, cuán fresca, cómo entre de bien, etc. Llegados a este punto, tras mucho contrastar y experimentar, y habiendo por fin llegado al conocimiento supremo, me dispongo a compartir en este post algo que yo no encontré en su día y es la técnica para preparar una cachimba cojonuda. Como esta cachimba "ideal" es fruto de una combinación de tres partes, me voy a limitar a desgranarlas una por una e ir detallando cómo deben abordarse.


LIMPIEZA. Es algo obvio, nuestra cachimba debe estar lo más limpia posible. En la cazoleta, cazuela y hasta cacerola (la pieza de cerámica donde se pone el tabaco) hay que limpiar bien los restos de tabaco y la melaza que pueda haber goteado; si usas una goma para encajarla, como casi todo el mundo, retírala para limpiar las juntas. Puedes hacer todo esto con simple agua y las manos. Algunas cazoletas se quedan ennegrecidas, en cuyo caso conviene raspar el quemado, sobre todo en la parte donde puede entrar en contacto con el tabaco. Del cuerpo metálico de la pipa deberás limpiar tanto el conducto central por donde baja el humo como los recovecos; ten en cuenta que la pipa no es maciza, es decir que los adornos son huecos y están conectados al tubo por diversas juntas, así que vierte agua (no a presión) por la parte superior del mismo, taponándolo de vez en cuando por la parte inferior con el dedo, situando la pipa diagonalmente y girándola sobre sí misma, y finalmente agítala boca abajo durante un rato para vaciarla bien (escucha cómo chapotea el agua en los espacios huecos hasta que deje de hacerlo). Si no haces esto, desde la cazoleta muchas veces gotea melaza que acabará entrando por las juntas y rezumando por el exterior, en cuyo caso deberías proceder a retirarla con una servilleta húmeda e inmediatamente después proceder a la limpieza como acabo de explicar (fíjate entonces en lo teñida que sale el agua). No se te ocurra comprar una de esas shishas que alternan piezas de metal con otras de plástico decorado, pues en ese caso las juntas están llenas de una especie de amalgama ("harina" para los árabes) que, de ocurrir lo anterior, se mezcla con la melaza y el humo para producir un líquido negro y repugnante que rezuma abundantemente, hasta el punto de condensarse en la propia manguera y llegar a gotear por la boquilla hasta nuestras bocas... Del cuerpo de la pipa, además del mencionado tubo central y los espacios huecos, hay que limpiar también el conducto que va desde la parte inferior hasta el conector de la manguera, que es por donde nos fumaremos el humo una vez salga del agua (sí amigos, como en las pelis de terror, el humo sale literalmente del agua); este conducto en realidad actúa como un segundo filtro y acaba llenándose de carbonilla húmeda, por lo que conviene meterle un palito de esos para los oídos y destaponarlo, o de lo contrario nos acabará costando aspirar el humo. La manguera viene a ser en tercer filtro, ya que entre sus ondulaciones suele quedar adherida más carbonilla, esta vez seca; si no limpiamos la manguera, se irá obstruyendo y no será entraño que al aspirar humo notemos cómo nos entran fragmentos en la boca, lo cual es muy desagradable. Para limpiar la manguera propongo retirarla y golpearla contra el suelo, sécamente, varias veces, cogiéndola de lado a lado como si fueras a saltar a la comba. Puesto que los restos en la manguera son sólidos y secos, estos golpes los desprenderán de las pareces; luego puedes soplar por un lado con el otro apuntando a la basura o el WC y ya verás lo que sale; una vez hecho esto, también puedes usar agua a presión, para lo cual lo mejor es... sí, te llenas la boca de agua y soplas para que salga por el otro lado. Sin embargo, en este caso es importante dejar que la manguera se seque totalmente, puesto que la humedad interior haría que se volviese a ensuciar mucho más rápido. Finalmente está la base, osea el filtro propiamente dicho, donde se quedan la mayoría de impurezas y cuyo agua se irá oscureciendo gradualmente, por lo que conviene cambiarla cada pocas sesiones. De todo lo dicho, realmente sólo hay que limpiar cada vez la cazoleta, requiriendo lo demás un control cada más tiempo. Una cachimba limpia, sin gravilla, sin líquido asqueroso, con el agua clara, con los conductos bien destaponados, es esencial para disfrutarla como es debido.

NOCIONES SOBRE LA BASE. Uno podría pensar que, a más agua, más filtrado y por tanto saludable el humo. Cierto en parte, pero equivocado. Para dejarlo claro, el nivel del agua también influye en la fuerza que hay que hacer con los pulmones para aspirar el humo: si el nivel es muy alto, costará fumar, así que es preferible cambir el agua más a menudo; de no hacerlo, efectivamente ésta se irá oscureciendo, causando un regustillo ácido. En definitiva, un nivel de agua adecuado te da esa sensación de aspirar sin esfuerzo, una de las bazas de las teterías. En la práctica el tubo que se mete en el agua no debe hacerlo más de dos dedos, incluso menos. Además de con agua, la base de la cachimba se puede llenar con alguna bebida alcoholica, zumos, leche, batidos, etc. Como hemos dicho, el humo que fumamos sale directamente de este líquido y por tanto se impregna de su esencia, de modo que no es ninguna tontería. Cuanto más denso sea el líquido, más costará aspirar, por lo que hay que tener especial cuidado con el nivel del mismo. De todas formas lo normal -y lo más inteligente, menos arriesgado y económico- es añadir una parte de agua que corresponda por lo menos a 1/2 de la mezcla. No olvidemos que el agua es agua, pura, sin más, por lo que no nos arriesgamos a que filtre mal o aporte otras cosas dañinas para nuestros pulmones. Al margen de esto, es una cuestión de gustos. Lo que sí suele hacerse es utilizar agua fría o añadir hielos al líquido de turno, puesto que produce un humo fresco que resulta especialmente refrescante.


COMBUSTIÓN DEL TABACO
. La madre del cordero y, de lejos, lo más importante. Puedes tener la cachimba llena de mierda y el agua negra, que si haces esto bien no sabrá tan mal. Del mismo modo, puede estar impoluta y con el agua cristalina, que haciendo esto mal sabrá fatal. Todos los fumadores de shisha nos hemos "encontrado" con el famoso carraspeo: ese humo que aparentemente es normal, pero rasca (o raspa) la garganta y te hace incluso toser, siendo todo lo contrario a ese humo que entra solo de las teterías. Pues bien querido lector, resumiéndolo te diría que ese humo se debe a que el tabaco se achicharra. Vamos a intentar desgranar esto. Cuando se coloca el carbón sobre el tabaco, encima del papel de aluminio, a veces suena como si algo se estuviera literalmente cocinando; pues bien, cuanto menos suene tanto mejor y si no suena nada, mejor que mejor. Algunos incautos incluso aplastan un poquito el carbón recién colocado para obtener este sonido, ¡no! El carbón no debe quemar demasiado el tabaco, sino ir combustionándolo gradualmente sólo cuando nosotros aspiramos. A tal fin debemos tener en cuenta, además de los propios tabaco y carbón, la cazoleta y el papel de aluminio. Empecemos por este último, ya que su colocación es invariable: tienes que poner siempre dos capas (lo más cómodo es doblar una sobre sí misma), ya que así previenes que el calor se transmita demasiado rápido. Los agujeritos deben ser pequeños, hechos incluso con un simple alfiler para prevenir aún más el contacto; pueden hacerse de forma que queden bajo el carbón, o pueden dejarse algunos fuera de su radio de efecto: así conseguirás que en la mezcla entre más aire, pero esto no influye realmente en la calidad del humo, sino en la concentración del mismo, por si no lo quieres tan denso. Entre el papel de plata y la superficie del tabaco debería haber una capa de aire; habrás notado que el propio carbón tiene un hueco central, pero no siempre basta. Por consiguiente pasemos a la cazoleta: para favorecer que haya esta capa de aire, la cazoleta debe ser honda. No es tan fácil encontrarlas hondas, ya que las más grandes suelen expandirse a lo ancho; pero una buena cazoleta debería ser de cerámica y con un diámetro no superior al doble de su profundidad: de este modo el tabaco puede permanecer resguardado al fondo, con unos milímetros de aire entre el papel de plata y el mismo, lo cual favorece muchísimo una combustión más gradual y por tanto un humo espeso y suave a la vez. El carbón en sí mismo, que a fin de cuentas es el que quema, puede ser grande o pequeño (habitualmente hay dos medidas); la ventaja del segundo tipo es que acumula menos calor y por tanto es menos propenso a achicharrar el tabaco. Cuanto menor es el carbón, menor puede ser también la cámara de aire requerida y por tanto menor el tamaño de la cazoleta y la cantidad de tabaco. De hecho los carbones pequeños son ideales para quien no fuma mucho. Si no es el caso y se quiere abundante tabaco, hay quien prefiere usar dos carbones pequeños, uno detrás de otro, incluso en una cazoleta grande; pero insisto en que, si es honda, puede utilizarse perfectamente un carbón grande sin necesidad de levantarse para hacer el tedioso cambio. Ojo: el carbón tiene que estar bien caliente o no saldrá humo, no confundamos las cosas. Por último tenemos el tabaco, nuestro niño mimado que depositaremos cuidadosamente en la cazoleta, de forma uniforme y sin dejar espacios huecos, ni muy deshilachado ni muy comprimido -esta es la tercera causa por la que se vuelve difícil absorber el humo, junto al alto nivel del agua y la obstrucción del conducto que da al conector de la manguera-. Es decir, simplemente hay que colocar el tabaco, asentarlo un poquito con los dedos y asegurarse de que por arriba quede liso y con el mencionado espacio de aire (de pocos milímetros) para no quedar pegado al papel de aluminio. Si se tienen en cuenta estas observaciones, el humo resultante es suave, suave, nada que ver con ese humo carraspeante tan odioso.


Eso es un poco todo. Cuidando estos tres aspectos de la limpieza, el contenido de la base y la preparación al completo de la cazoleta (con su tabaco, papel de aluminio y carbón), podemos decir que obtendremos con total seguridad una buena cachima... ¡y ojalá yo lo hubiera sabido en su día! Para llegar a estas conclusiones, uno tiene que probar, equivocarse, combinar múltiples factores... A veces llegas a un equilibrio y no sabes ni por qué, y de pronto cambias algo de la cachimba y ya has perdido el hilo. Por eso aquí he querido recoger los datos, la realidad, las causas y los efectos, para que la elaboración de una buena shisha no dependa de la suerte, sino del conocimiento. Para acabar, unas pequeñas...

NOTAS. Algunas cachimbas tienen una válvula de aire, cada vez más común. No será necesario emplearla a menos que hayamos hecho algo mal, ayudando a evacuar el humo y reduciendo su concentración por si rasca un poco (si es así, en realidad, acaba rascando todo el tiempo). El cenicero de la cachimba se usa sobre todo para cuando usamos dos carbones pequeños en la misma cachimba, ya que cuando se combustione el primero no se podrá tocar la cazoleta por su alta temperatura; en lugar de esto, con las típicas pinzas de arrastra el carbón, dejándolo caer sobre el cenicero, y se coloca otro recién encendido. Hay quien añade unas gotitas de agua al propio tabaco, antes de poner el papel de aluminio; efectivamente, es una alternativa para impedir que se achicharre, pero hay que tener la medida muy bien cogida o lo único que conseguiremos es que nuestra shisha no eche humo. Hay quien, en vez de los típicos cierres de goma, usa tiras de periódico, alegando que la goma influye en el sabor del humo; las gomas, normalmente, se sitúan en la base de la cazoleta, en la base del cuerpo metálico y en la salida del conector con la manguera. Algunas personas utilizan filtros para la shisha, que venden en tiendas especializadas y se colocan en la boquilla; no hay más que ver uno de estos filtros después de 1 HORA de fumeteo para comprobar que está mucho menos ennegrecido que el de un simple pitillo que te fumas en 5 minutos. Sea como sea, están a la venta, al igual que las famosas pinzas que debe tener todo cachimbero, con las cuales manipularemos el carbón. El tabaco más popular es Nakhla y su precio de venta al público, a fecha de este post, ronda los 5 o 6 euros como mucho; si te cobran más, te están timando. Además conviene destacar que, dentro de la caja, el tabaco debe venir envuelto en un papel plateado con palmeras dibujadas, que es el paquete de 250 grs. A veces dividen estos paquetes en dos y los venden al mismo precio, lo cual es otro tongo. Nakhla tiene muchos sabores, incluso Coca-Cola, cappuccino y toda clase de frutas exóticas; es un tabaco semi seco, sin mucha melaza, y está cortado un poco burdamente, por lo que no es extraño encontrar los famosos "palitroques" en medio del tabaco. Existe otra marca bastante común que es Al-Fakher, cuyo precio es de aproximadamente el doble; es de Arabia Saudita y su tabaco está cortado muy cuidadosamente, hasta el punto de que no hace falta ni desgranarlo con los dedos. Se presenta en saquitos con cierre hermético reutilizable, que a su vez van dentro de unas tarrinas selladas, estando éstas metidas en unas cajitas retractiladas...¡guau! Muchas veces sólo venden el saquito, cuyo peso por cierto también es de 250 grs., aunque los hay mayores. Al-Fakher tiene abundante melaza, hasta el punto de que algunos lo critican; cada sabor viene con una verdadera mermelada dulzona que muchas veces dan ganas de comerse. La gama de sabores no es tan amplia como la de Nakhla, pero los de uva, menta, uva con menta, fresa y cereza son insuperables.