2011/08/28

Convivencia

Acabo de ver un capítulo de Como Conocí a Vuestra Madre que, junto a las típicas escapadas veraniegas e historietas que te cuentan, me ha inspirado para escribir unas líneas :-)

Un amigo cercano, de los que escribe (o mejor escribía) en este blog, me dijo una vez que las relaciones humanas eran una cuestión de compatibilidad. A mi la idea no me gustó demasiado, puesto que me daba la impresión de que igualaba a todas las personas y, sin embargo, yo siempre he pensado que hay calidades, que unos son mejores y otros peores, que hay gente legal y malnacidos, quienes aportan cosas buenas y otros que sólo hieren; y, entre todos ellos, un enorme espectro de gente mejor o peor en muy diversas facetas. El tema de la compatibilidad, le contestaba, se puede aplicar a veces, pero otras es incuestionable que una de las partes está podrida y no puedes decir sencillamente que no es compatible con la otra, a todas luces mejor persona. Supongo que la única forma objetiva de valorar esto es preguntando a los demás: si nueve de cada diez te dice que Pepito es insoportable, seguramente Pepito y el otro freak que le traga serán unos personajes considerables; de igual modo, si nueve de cada diez dicen que Menganito es una buena persona, el décimo en discordia seguramente será el acomplejado, el raro y el "defectuoso". Sí, hay compatibilidades, pueden ser 5 y 5, o 6 y 4, incluso 7 y 3, pero también hay calidades de personas. Esto es algo que siempre he pensado, aunque dicho así suene como muy grave.


Sin embargo, así como aplicaría esta forma mía de ver las cosas en cenas, paseos, charlas y lo que sería el trato ocasional, me doy cuenta de que la afirmación de mi amigo cobra un nuevo viso de realidad en lo que respecta a la convivencia, al día a día, a la relación estrecha y, en cierto modo, real. Efectivamente, aquí las calidades pasan a un segundo plano porque, antes de llegar a las mismas, hay un proceso de adaptación que depende exclusivamente de compatibilidades: de este modo, se puede decir sin miedo a equivocarse que dos buenas personas, con visiones distintas de según qué cosas, pueden acabar no soportándose en una relación de convivencia.

Ay, el día a día... el compartir salón, cocina, baño, horarios, la compra, agua, calefacción, etc. A cuántas personas ha dividido, cuántas parejas rotas, cuántos amigos decepcionados tras un periodo de convivencia. En la pareja las partes suelen hacer esfuerzos considerables por acoplarse, menores cuanto menos se quieran y no siempre suficientes; en el caso de los amigos, este esfuerzo se reduce a un gesto y los egoísmos y miserias no tardan en salir a la luz; si ya son desconocidos, puedes darte por satisfecho de no pegarte un tiro. Realmente es una suerte encontrar a personas que comparten o al menos toleran razonablemente bien tu forma de ver según que cosas, porque tu visión siempre va a ser la buena y la de los demás la rara, eso está claro. Como decía, ya no hay tanto que buscar buenos y malos como entender que la gente adopta actitudes muy distintas ante muchas situaciones: unos son muy ordenados y otros menos, unos son unos cagaprisas y otros unos remolones, unos adoran las visitas y otros prefieren estar tranquilos, unos son madrugadores y otros disfrutan trasnochando... ¡Incluso, a veces, la imagen que transmites a una persona es totalmente distinta si preguntas a un tercero! Menganito puede ser muy tranquilote para su amigo Pepito y, al mismo tiempo, andar metiendo prisa a su amigo Luisito. ¡Estas cosas pasan!


Creo que hay que hacer un esfuerzo por entender esta cuestión de las compatibilidades y no dejar que la experiencia de una mala convivencia mine una buena relación de amistad. Hay que tener los pies en el suelo, ser tolerantes y conscientes de que estas cosas pasan. Y, sobre todo, hay que demostrar la confianza suficiente como para hablar de estas desavenencias cuando surgen, porque callárselas es como cuando estás harto de los ruidos del vecino y, decidido a llamar a su puerta, ya lo haces con una mala leche considerable fruto de tu propia represión. Sin embargo, supongo que es inevitable sentir una cierta decepción y hasta un fondo de rechazo cuando has llegado a agotar tu paciencia, querer salir corriendo y hasta no ver más a esa persona. Si encima la persona en cuestión, además de poco compatible, es de esos malos bichos que decía al principio, no es exagerado llegar a hablar de asco, fobia y hasta odio. ¡Y extrañamente estos sentimientos no siempre acaban siendo recíprocos! A veces diera la impresión de que la gente no se da cuenta de lo insoportable que es, por otro lado requisito imprescindible para ser precisamente insoportable :-) Sin embargo, un hijo de puta con hábitos parecidos a los tuyos, tratándole lo justo, puede ser más llevadero que una buena persona con costumbres muy distintas. Sorpresas que da la vida y es que los pequeños detalles acaban siendo muy, muy importantes.

Un saludo!

2 comentarios:

Cras dijo...

Hacia un montón que no venía por aquí.
Me ha gustado mucho la entrada. Estoy de acuerdo en lo complicado que puede llegar a ser convivir con una persona que no encaja con la forma de hacer las cosas de uno mismo.
También es cierto que hay gente que "ha nacido para vivir acompañado" y gente que no. No se puede forzar la máquina si se es del segundo grupo.
Es algo así como las personas que se obsesionan con tener pareja cuando en realidad no quieren una pareja ni lo que ello conlleva.
Así al final cualquiera se amarga, ya sea con pareja, compañero de piso, hijos o perro.
Enhorabuena por la entrada!

Mike dijo...

Me alegro de que te haya gustado chata. Efectivamente, la convivencia es un arte. La figura del solitario que dices quizás sea también la de un maniático intratable; porque, de poder llevarse bien con los demás, ¿realmente alguien quiere estar solo? Si te llevas bien con tu pareja/compañero, difícilmente querrás alejarle de tu lado; pero si estás solo, por mucho que te hayas hecho a la idea, ¿realmente nunca echarás de menos algo de compañía? Creo que una cosa es resignarse a estar solo y otra elegirlo.

Un saludo!