2011/01/20

Casa de Vacas del Retiro... tócate los cojones...

Hace unos días estuve en la Casa de Vacas del Retiro, viendo un espectáculo de danza oriental. Como se podrá adivinar, no escribiría sobre ello de no tener una serie de observaciones no muy amigables al respecto...

Casa de Vacas... un puto colegio. Un reflejo de la España más "latina", esto es informal, improvisada y chapucera. En primer lugar, compré unas entradas NUMERADAS por anticipado, pero dejaron de serlo por arte de magia, cogiendo la gente los sitios más jugosos mientras se agolpaban unos sobre otros. Como yo había traído mis entradas listas, ni siquiera había hecho cola y, claro, me encontré con aquel panorama bochornoso. Esto después de esperar un cuarto de hora sobre la supuesta hora de inicio, con las puertas cerradas... en fin.

Me condujeron a un palco lateral relativamente aceptable y, para compensarme ante mis protestas, dejaron pasar a un amigo mío que había venido sin entrada y demasiado tarde, ¡colándose incluso por delante de personas que tenían echa una reserva y se quedaron con las ganas! El chico que nos acomodó le "cobró" la entrada a mi amigo, es decir, le pidió los diez euros y se los metió en el bolsillo... Bueno, por fin estábamos dentro y no se veía mal del todo, así que todo era cuestión de disfrutar.

El espectáculo comenzó con tres chiquitas que no pegaban ni con cola, al menos desde mi punto de vista: entraron meneando el culito y dándose azotes al más puro estilo cabaretero, todas emplumadas y emperifolladas con su lencería. Bueno, para animar el ambiente, me dije. El caso es que después comenzó lo que yo esperaba ver, es decir la danza oriental, en mi opinión de mucho más alto nivel artístico y escénico por mucho que ahora se empeñen en hacer una especie de batiburrillo llamado, según pude saber, "fusión".

En general hubo altibajos, con funciones muy bonitas y otras casi freaks; mención especial para unas cuantas hermosuras, de esas bien entradas en carnes y con cara de comer bocadillos de bellotas a diario, embutidas en sus cadenitas y sus velos, con sus generosas panzas al viento. Olé sus cojones, pensé. Salvo excepciones, se respiraba un ambiente bastante amateur, en concordancia con el teatro, aunque en general resultaba agradable y el espectáculo se dejaba ver fácilmente. Esto es un decir, porque, pasado el descanso... ¡sorpresa! El telón se queda a medio camino y nos quedamos sin ver medio escenario, cojonudo. Salgo para decírselo a algún empleado y ahí no hay NADIE, tan sólo un par de chicas ensayando para su próxima función, medio en éxtasis y de no mucha ayuda. Así que regreso y me distraigo mirando a las bailarinas todas arremolinadas en el lateral del escenario: siempre me han hecho gracia los grupos de chicas, no sé por qué, son como muy entrañables anque luego entre ellas se claven todo tipo de puñales...

Y así fue la cosa. Luego pude enterarme de que la Casa de Vacas no había pagado un euro a las chicas, o al menos a muchas de ellas, pero sí cobrado entrada a los espectadores. Me pareció un detalle a la altura (o bajura) y, en general, tuve la sensación de haber pagado demasiado por una función del cole, con algunos problemas de sonido incluidos.

Un saludo!

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