2007/11/29

ELOGIO DE LA EXTRAPOLACIÓN

H. L. Gold (1), siendo redactor en jefe de la revista Galaxy, dijo en una ocasión que no existía ningún género literario como la SF para reflejar las inquietudes de su propia época. La frase se hizo célebre, y ha sido citada en casi todos los libros, ensayos y artículos que tratan, de cerca o de lejos, la SF.

Y, además, es cierta.

Lo que hace generalmente la SF es extrapolar al futuro, no el tiempo en el que se está viviendo, sino las inquietudes del tiempo en el que se está viviendo. En los albores del género, la Humanidad tenía una gran confianza en la ciencia y en la técnica; vivía de lleno la era del maquinismo, y no es extraño que Gernsback (2) y sus seguidores hicieran en sus relatos la apología de utópicos futuros llenos de aquellas maravillosas máquinas que tan bien reflejara Paul en sus dibujos, evidenciando una fe ciega en la ciencia. Luego vino la época de la Gran Depresión (3), y la SF reflejó las angustias del público lector por la vía del escapismo: la gente quería huir de los agobiantes problemas que les acosaban por todas partes, y la SF la sumergía en un mundo de maravilla en el que la fantasía desbancaba a la ciencia y hacía olvidar terribles y deprimentes realidades. La Segunda Guerra Mundial trajo consigo una serie de ucronías bajo las que se demostraba la terrorífica realidad del mundo bajo la dura bota del fascismo, y, más tarde, la guerra fría USA-URSS nos ofreció otra serie de tremebundos relatos en los que terribles invasores extraterrestres permitían adelantar lo que sería el mundo bajo la no menos dura bota comunista, alternándolos con visiones apocalípticas de un mundo post-atómico que hacían presagiar la latente amenaza de una Tercera Guerra Mundial.

Después, desaparecido ya (al menos aparentemente) el peligro de una inminente guerra nuclear, entramos en la era del desencanto. La guerra de Vietnam, mayo del 68, los movimientos hippies, nos ofrecen una juventud crítica que cuestiona las ideas y los valores de las generaciones que les precedieron. Es también el inicio de los movimientos ecologistas, del gran grito de angustia que se alza contra el saqueo de nuestro pobre planeta. Aparece así la SF crítica, amarga, pesimista muchas veces, que intenta plantear los acuciantes problemas de nuestro expoliado mundo. Es el tiempo también de la nueva ola, de la literatura que, considerando caducos los antiguos medios de comunicación, intenta hallar nuevos canales que no siempre consigue abrir. Es la época de la angustia vital.

Pero luego llega el gran mazazo, la última crisis (y van…) que aún estamos atravesando: la crisis de la energía, la inflación galopante, el creciente desempleo, la confirmación de que aquello que unos cuantos visionarios de la década anterior aullaron como predicadores en el desierto no era más que la cruda realidad. Se cuestionan de nuevo las estructuras de toda una sociedad, y esta vez es un grito de desesperación porque no se ve ninguna salida válida. Volvemos a los tiempos de la Gran Depresión… corregidos y aumentados.

Y la SF sigue reflejando las angustias, las inquietudes de su tiempo. Como ocurriera con la Gran Depresión del 29, se está observando en la SF de los últimos años el mismo intento de escapismo. Volvemos a la fantasía. Queremos huir de nuestras desmoralizantes realidades, y nos refugiamos en un mundo de maravilla que nos permita olvidarnos de nuestras angustias de hoy. Universos como los de The ruins of the Earth, la gran antología de Thomas Disch, o del Make Room!, Make Room! (4), la estremecedora novela de Harrison, pertenecen al pasado. Los grandes éxitos de la SF actual nos trasladan a tiempos y universos muy alejados de nuestra contemporaneidad: el Gateway de Pohl, el Stardance de los Robinson, el Dreamsnake de McIntyre… sin contar con el repentino florecimiento del fantasy puro, con sus ciclos de novelas escapistas que nos llevan a encantados universos de ilusión, y la reedición de antiguos éxitos redivivos.

Sin embargo, todo esto es también extrapolación. Aunque queramos olvidarlo, la SF marca nuestro tiempo. Nos señala nuestras virtudes y nuestros defectos. Nos muestra nuestro camino. Intentamos alejarlo por las vías de la fantasía, pero está aquí, a nuestro alrededor, señalándonos con su dedo acusador. Para todos los que lo queramos ver. Para aquellos que, en los años venideros, sacarán correlaciones.

En esa teoría cíclica de la Historia, tan desacreditada muchas veces, pero realmente cierta, la SF está cumpliendo su camino, trazando su inamovible trayectoria. Dentro de la espiral cíclica del tiempo, nos hallamos en una segunda Depresión, en un nuevo año 29, solo que un peldaño más arriba. Todos sabemos en qué desembocó la gran crisis yanki en la década de los treinta. Hoy, el petróleo es el rey, hay constantes crisis en Oriente Medio, Rusia interviene en Afganistán, se mezcla (¡una vez más!) el deporte con la política, las tensiones son continuas y las hay en todo el mundo. Los alarmistas, los mal llamados futurólogos (astrólogos y adivinos que pretenden dar un barniz científico a sus predicciones) nos anuncian terribles males, el fin del mundo, una Tercera Guerra Mundial, para el año 83 (5). El ciclo sigue, la espiral sube. La SF está marcando el mismo camino que hace cuarenta años. ¿Cuál será su próximo paso? ¿Hacia dónde se decantará?

Nunca, como ahora, había tenido tanta razón de ser la famosa frase de H. L. Gold…

Domingo Santos

[Nueva Dimensión nº 121, marzo de 1980]


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Notas:

(1) Horace L. Gold fue director de Galaxy Science Fiction entre 1950 y 1961, convirtiéndola en la principal revista estadounidense de ciencia ficción de la época. Publicó a autores de la talla de Fredric Brown (¡Marciano, vete a casa!, 1955), Fritz Leiber (Nuestra Señora de las Tinieblas, 1977), Richard Matheson (Soy Leyenda, 1954), Isaac Asimov (El fin de la Eternidad, 1955) o Alfred Bester, a quien aconsejó en la escritura de una de sus novelas más premiadas, El hombre demolido, serializada con gran éxito en Galaxy entre enero y marzo de 1952.

(2) Crisis económica mundial iniciada el 24 de octubre de 1929 con el desplome de la Bolsa de Wall Street. Aquel día se conocería como Jueves Negro, y sus terribles efectos se prolongarían hasta el comienzo de la II Guerra Mundial.

(3) Hugo Gernsback creó la primera revista de ciencia ficción, Amazing Stories, en 1926. También fundó otras publicaciones como Modern Electrics -sobre ciencia y tecnología- en 1926, o Science Wonder Stories en 1929. Los premios Hugo de la Sociedad Mundial de Ciencia Ficción llevan su nombre.

(4) Traducida al castellano como ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio!, esta historia sobre un futuro cercano donde la Tierra padece superpoblación, un inmenso desempleo y las consecuencias de una Naturaleza esquilmada, se daría a conocer al gran público en 1966 con Soylent Green (Cuando el Destino nos alcance), adaptación cinematográfica dirigida por Richard Fleischer y protagonizada por un joven Charlton Heston y un envejecido pero aún brillante Edward G. Robinson.

(5) La crisis de 1983 se originó, por supuesto, con la subida de los precios del petróleo, y afectó a todos los países y sectores productivos. En España la recuperación económica comenzaría, de forma débil y vacilante, a partir del año 1985.


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