2007/06/12

De tertulia con un mariquita, la chica travelo, Robocop, el Nené y Vanderlei

La casa de mi amigo Eduardito es lo que tiene... Cada fiesta es diferente, inesperada y habitualmente divertida. Al principio uno puede sentirse algo desorientado, desconcertado ante los muy diferentes personajes que pueblan la cocina de su casa. ¿Cómo se puede formar una amalgama de tan dispares seres? Pero de alguna forma se hace: ex-legionarios expulsados del cuerpo, travestis, policías locos, el amigo gay, un borrachín inofensivo, detectives privados sin escrúpulos, el tío enorme cuyos ojos delatan dosis excesivas de alucinógenos, muchachas de la noche, señores mayores con su chaqueta y corbata, el macarrilla con su amigo moreno, el chico rehabilitado y atormentado, señoritos con su polo y hasta aquel "hombre" cuya mitad de la cabeza está recubierta por una placa de acero, todos se dan cita en casa de Eduardito cada cierto tiempo.


Curiosa la historia de este muchacho, que según sus propias palabras era un friki baboso (él querría que añadiese este calificativo) hasta que, de alguna forma, rebotó hacia el viva la vita que es en la actualidad. Amigos desde niños a través de nuestros padres, aun cada cierto tiempo, siempre hemos logrado mantener el contacto, como si de algún modo supieras que nunca va a desaparecer completamente.


Pero volvamos a la casa, ya que mucho tiempo me llevaría contar las muchas batallitas que he vivido y aun más escuchado de Edu y la panda. La morada de mi amigo, decía, es un zoo de lo oculto, un punto de encuentro en medio de la noche madrileña para todo tipo de personajes que, de alguna forma, encajan.


Supongo que yo soy uno más de estos genotipos y que, dentro del rocambolesco puzzle, juego la ficha correspondiente. En realidad, así es: dada nuestra edad, cada cual es como es. Nadie arrastra a nadie a nada, todos contrastamos opiniones y mi última visita en este sentido ha sido demasiado surrealista como para no contarla aquí en el blog. No bebí mucho, tampoco me quedé hasta muy tarde, pero la tertulia que mantuve es ya de leyenda, una de esas cosas que sólo me pasan a mi cuando de pronto me veo hablando con la gente más rara del mundo.


Allí estaba Vanderlei, uno de esos gays del mundo de la noche que conoce a todo tipo de contactos y ha vivido lo suyo, una chica travesti de cuyo nombre no consigo acordarme, Hans, también llamado Murphy o directamente Robocop desde que le implantaron una chapa de metal y una batería conectada al ojo, amén de un sistema de drenaje misterioso que le baja por el cuello hasta el pecho, el bueno de Nené, un fornido muchacho de ojos inquietantes que sin duda se ha codeado demasiado con algunas sustancias, otro chico mariquita al más puro estilo pluma clásica y un servidor.


Charlando con estos tipos, debes necesariamente ser escéptico: sólo se va a hablar y escuchar a su vez; la tolerancia no se considera muestra de madurez o sentido común… es sencillamente indispensable. Cuando Hans empieza a balbucear porque le fallan los implantes cibernéticos, todos asienten. Cuando Vanderlei habla de los cuartos oscuros y en general toda clase de vueltas de rosca gay, todos asienten. Cuando la chica travesti resulta ser muy conservadora y busca hombre serios y tradicionales, todos asienten. Cuando Nené mira con ojos de Hannibal Lecter al personal mientras nos cuenta que no quiere beber para evitar problemas en los muchos controles, todos asienten… y cuando, después, te enteras de que le han parado y le han colocado la multa por no llevar cinturón, todos ríen.


Reir, eso nunca falta. Si alguien dice algo que en otras circunstancias sería considerado como una barbaridad, todos se ríen, nadie toma en serio las cosas más allá de lo necesario, debes aparcar las sensibilidades y los complejos, mantener de alguna forma tu parcelita y disfrutar del espectáculo. Y así fue la tertulia del último sábado, entre gentes de toda clase social, raza, orientación sexual, ideología, nacionalidad y un rango de edades que comprendía desde los 21 tiernos añitos del joven mariquita, que estaba encantado de haberse echado novio y nos decía insistentemente que no le molaba acostarse con desconocidos, hasta los 50 pasados de Hans, que la verdad no se sabía muy bien qué decía. Y entre acentos y tonos de todos los tipos, en este peculiar popurrí al más puro estilo “corro de la patata”, ahí estaba yo en medio de la noche pasando el rato.


En fin, supongo que sólo era una cuestión de tiempo que acabara poniendo algo en el blog sobre las fiestas en casa de Eduardito. Siempre que viene alguien le advierto: “sobre todo, no les tomes en serio, ni entres al trapo, ni les sigas la corriente más de lo debido”. Pero quien lo ha disfrutado puede dar testigo de las muchas carcajadas que nos hemos pegado ahí en esa particular casa de mi viejo amigo. Gracias por esos momentos, realmente los hay inolvidables.


Un saludo!

2 comentarios:

leoboff1979 dijo...

Este post es brutal.
-Tonitouns.

Mike dijo...

Me alegro de que te guste, quien sabe, tal vez algún día pueda acoplarte a una de estas fiestas locas :-)

Un saludo!