2007/01/23

Destino vital

Siempre he pensado que el hombre maneja su destino. Hay quien piensa que el destino está escrito. Otros dicen que sólo lo está parcialmente y que, en algunos momentos concretos, podemos tomar decisiones que influyan en el devenir de los acontecimientos. Pero yo pienso, como decía, que el hombre maneja su destino.

Es un tema curioso éste: la vida no es justa con respecto al punto de partida en el que no sitúa; desde luego un niño de, pongamos, Somalia, difícilmente va a poder manejar un destino condenado a la miseria. Sin embargo, una vez fijado el punto de partida, sí que tengo el firme convencimiento de que el día a día nos va conduciendo por senderos que pueden ser muy dispares y no es sino en base a nuestras decisiones que finalicemos el camino en uno u otro punto.

Cada pequeño, cada gran problema, cada ilusión, sorpresa, decepción, nos influyen de alguna forma. Se habla mucho de esta influencia como si las personas fueran pedazos de papel poroso, de ese que cala todo el agua y queda empapado. Pero las personas no son papeles y en las mismas reside en gran medida la capacidad de sacar las más diversas experiencias, lecciones y conclusiones de una determinada experiencia.

Es esta actitud ante la fenomenología mundana, desde la más sencilla (un paseo solitario por el parque) hasta la más trascendente (la pérdida de alguien querido), la que nos conduce por los senderos de la vida y la que, no lo dudemos, hará de nosotros personas completamente diferentes de las que podríamos haber sido, o de las que seríamos, incluso tal vez de las que seamos.

Por desgracia no hay recetas para establecer una actitud universal ante las experiencias, ni tampoco un modelo de persona ideal, aunque probablemente todos coincidiríamos en determinados aspectos. En mi caso sigo aprendiendo constantemente... me pregunto si un anciano sigue aprendiendo; ellos no hablan mucho de esto, tal vez porque piensen que ya es tarde, tal vez porque se rían de estas futiles reflexiones, ¡ja! En mi experiencia, decía, establecería varias reglas:

1- Planta cara a todo cuanto venga, disfruta tanto de lo bueno como aprende de lo malo, mejora y madura.

2- Si decides ignorar algo, hazlo como fruto de una decisión, pero nunca como reacción misma, o tus miedos te alcanzarán.

3- Controla tus pasiones, éstas nos alejan de la mente y nos acercan a los instintos. Los instintos están bien para obtener un placer físico, nunca intelectual (gran error de esta sociedad occidental).

4- Enriquécete de los demás, al mismo tiempo que enriqueces al resto. Escucha y aprende, pero también enseña; una relación libre es, ante todo, aquella en que las partes están abiertas.

5- De vez en cuando, para mantener esta actitud con garantías, bebe media botella de vodka y vuélvete un cabestro, eso sí, como parte de tu plan para progresar por los senderos vitales. Si eres sano, puedes simplemente pasar un rato desenfadado hablando de chuminadas, esto acontenta la sub-psique y los sentidos, pues no olvidemos todo va de la mano.

¡Y eso es todo un poco! A mi alrededor veo mucha gente que, sinceramente, dudo mucho que tenga la más mínima garantía de aprender nada ante las experiencias vitales. Volveríamos aquí al asunto del ego y demás, que probablemente no nos acabe de abandonar nunca, pero en esta ocasión seré muy tolerante: simplemente, pensemos un poco. Hay quien sólo parece sentir las experiencias, como una planta que se gira al sol, o un perrito que mueve la cola porque ve a su dueño; hay quien, en definitiva, se muestra como ese papel poroso del que hablaba. Tenemos un cerebro coño, vale para algo más que sumar y restar.

Un saludo!

13 comentarios:

Nash dijo...

Hombre, yo creo que mezclas un poco dos conceptos. Por un lado hablas de sacar una lección de cada experiencia vital. Es decir, hablas de racionalidad pura y dura, de aprender y enriquecerte. Estoy de acuerdo en que hay mucha gente que pasa por la vida despreocupadamente y un mismo hecho le sorprenderá una y otra vez. Y hay otra gente que tratará de aprender de cada detalle, de nunca estar desprotegido ante ninguna situación.

¿Cuál es mejor actitud? Pues no sabría decirte, al fin y al cabo depende de nuestra personalidad, no es algo que podamos elegir. Si tienes una personalidad A nunca estarás preparado para los acontecimientos, serás más permeable e indefenso, a cambio de vivir y sentir todo más intensamente. Si tu personalidad es B será mucho más difícil verte herido, claro, a cambio de ser más frío y de renunciar al riesgo por juicios inevitablemente imperfectos.

Y en último lugar, algo que dices al principio. Comentas que las experiencias pueden cambiar nuestra personalidad por completo. En esto no estoy de acuerdo en absoluto, dudo que casi nada tenga esa capacidad después de la socialización primaria (hasta los 10 o 12 años). Tal vez los grandes traumas puedan transformarnos ligeramente, entendiendo traumas como cambios estructurales (no necesariamente negativos) en nuestro día a día, referentes al trabajo, familia, casa y similares. Pero aún así no creo que transformen, tan sólo matizan. Más intensamente a las personalidades A, supongo.

¿Qué creéis que sois, A o B?
Jejeje...

Ramsey dijo...

Yo he sido A y ahora soy B :) Aunque no creo que exista un A o B "puro" (y, por cierto, una vez más demostramos nuestro maniqueísmo estableciendo estos extremos).

Y estoy totalmente de acuerdo con cada palabra que dice Nacho: la personalidad se forma pronto, y uno o varios acontecimientos determinados podrán, como mucho, sacar a la luz facetas de ti mismo que no conocías u ocultabas pero siempre han estado ahí.

Por eso es tan común esa máxima según la cual las personas se conocen a sí mismas a través de situaciones difícles o extremas.

Bye!

Mike dijo...

Entonces veo que sois los dos completamente racionalistas, o como mucho empiristas hasta los 12 años :-) He conocido a personas que han cambiado radicalmente su forma de ser con 20 años y más, a raiz de una sucesión de experiencias, o incluso una sola vivencia determinante.

Vosotros mismos deberíais pensar en algunas personas que conocéis y reflexionar sobre cómo experiencias de los 18, 19 o 20 años pueden haber influido en su forma de ser. Seguramente, me atrevería, nosotros mismos no seamos excepciones.

Yo, por ejemplo, si hubiera seguido en Economía, en vez de ir con vosotros al cine y tomar un Whopper, ahora sería muy probablemente distinto en varios aspectos. O, fiajos qué tontería, ¿Y si aun pesara 114 kilos? ¿Y si me hubiera tomado el rollo con Patricia como lo que apuntaba, un rollete de pedo, y no hubiera decidido empezar una relación que ha durado más de 5 años (casi nada majos)?

Ramsey, ¿crees que tus experiencias, justo antes de conocernos, no han influido en tu forma de ser, o en tu percepción de las relaciones? O tu desagradable vivencia con los caseros de Argüelles y todo lo que ha seguido, ¿no consideras que pueda haber influido sólidamente en tu ideología?

Pitu, por lo que hemos hablado, más de lo mismo: obviamente has tenido experiencias que te han determinado, y no precisamente a los 10 años.

El viejo Alfonso, ¿acaso no os acordáis?

Azucena, de ser un caramelo a ser la tía más complicada y difícil del mundo.

Y dentro de 10 años podríamos hablar de lo que nos pasó a los treinta y pocos, seguro.

Os concedo que unas personas son más volubles que otras, pero creo firmemente que las experiencias nos van cambiando irremediablemente: tal vez no mucho, poco a poco, pero es que cada día podemos tener nuevas experiencias. Esta vulnerabilidad ante las mismas depende, precisamente, de cómo las afrontemos; ésta es, para mi, la magia de la vida, si no daría asco.

O dicho de otra forma, pensar que, a partir de los 10-12 años, pase lo que pase, básicamente a los 80 seremos las mismas personas, pues qué queréis que os diga... Creo que, efectivamente, hay rasgos, o predisposiciones genéticas, pero también las experiencias nos influyen, como diría el bueno de Hume.

Un saludo!

Nash dijo...

No, no has pillado el tema. Las predisposiciones genéticas existen, ahí están, pero lo que de verdad determina nuestra forma de ser es todo lo que nos rodea, lo que vemos y lo que nos pasa hasta la adolescencia. O sea, nuestras experiencias tempranas.

Lo que viene después puede que nos matice, pequeños cambios al fin y al cabo. De hecho yo conozco desde hace mucho a Ramsey y a Pitu, los dos ejemplos que pones. Y sí, esos acontecimientos que mencionas evidentemente cambiaron sus ideas e incluso sus actitudes hacia muchas cosas. Pero no su forma de ser. Repito, cambiamos nuestras ideas, nuestras opiniones, pero nunca nuestra forma de enfrentarnos a ellas. Vamos, creo yo...

Ramsey dijo...

Pues mira, sigo pensando lo mismo: mis experiencias -adultas- no han modificado en gran medida mi personalidad, como mucho han hecho que se potencien actitudes y comportamientos que siempre han estado ahí. En cuanto a Alfonso, no sé Miguel, enciérrate un par de años en un bar rancio, sin vacaciones y hablando tan solo con ancianos cirróticos y después me cuentas; en tal situación, no es que tu personalidad cambie, es que, lógicamente, se te va un poco la olla. Así que no es un buen ejemplo. Respecto a Azucena, la verdad, no la conocía hace más de una década, pero dudo que en realidad fuera muy distinta -otra cosa es que, como dije antes, no conociera/s todas sus facetas-. Así que me ciño a una de mis frases anteriores:
"Estoy totalmente de acuerdo con cada palabra que dice Nacho: la personalidad se forma pronto, y uno o varios acontecimientos determinados podrán, como mucho, sacar a la luz facetas de ti mismo que no conocías u ocultabas pero siempre han estado ahí". Y añadiría: "o potenciar otras ya conocidas".

Saludetes,

Ramsey

Mike dijo...

Mmm, qué tema más interesante. Podríamos estar en parte de acuerdo: vosotros os referís estrictamente a la personalidad base, pero aceptáis que las experiencias sigan influyendo. Sin embargo aceptaréis que, tras años y años de experiencias, dos personas que hipotéticamente hubieran tenido una personalidad original similar, acabarían siendo muy distintas en la vejez.

Dicho de otra forma, podría considerarse a la personalidad como el terreno donde luego se va a construir el edificio: influye determinantemente, pero las diferentes construcciones pueden variar sensiblemente.

Ramsey, dos años en un bar de viejos puteros no deja de ser una experiencia, extrema por supuesto, pero me parece un ejemplo perfecto de hasta que punto puede influir en el individuo. Azucena pasó de ser una chica dulce, confiada, tolerante y cariñosa a, bueno, la persona que conoces ahora, a la que por supuesto queremos mucho. ¿Cómo? Un añito y medio a base de presión psicológica y chantaje emocional. Yo mismo, otra vez: el año ese que pasé de salir con mis amigos de Economía a estar frikeando con vosotros en plan cine y Whopper... ¿Os acordáis que, al tiempo, volví a quedar con ellos y me encontraba en otra galaxia? Ese año cambié... y mucho.

Entendedme: seguramente la personalidad que cada uno hayamos tenido haya influido en nuestra forma de afrontar estas experiencias, pero aun así, dentro de la personalidad que tengamos formada, sigo pensando que nuestras propias decisiones son determinantes. O mejor aun: una personalidad no implica una decisión, tal vez como mucho una inclinación.

En conclusión, sigo pensando que, día a día, la forma en que afrontamos los hechos que nos rodean, los razonamos (o no) y consideramos, nos va dirigiando, sutil pero inexorablemente ( o tal vez sensiblemente, a saber, esto depende de la experiencia concreta), por los distintos caminos de la vida.

Un saludo!

Nash dijo...

Y podríamos seguir así hasta el infinito y más allá...

Nuestra diferencia creo que es terminológica (espero). Porque tú defines personalidad refiriéndote a gustos, intereses y opiniones, cuando en realidad es nuestra forma de relacionarnos con los gustos, intereses y opiniones.

En sociología está absolutamente aceptada la teoría de que la mayor parte de la personalidad se construye durante el periodo de socialización primaria, es decir, hasta la adolescencia. Durante el resto de nuestra vida (socialización secundaria) nuestra personalidad se modifica levemente a excepción de traumas y desequilibrios, tan frecuentes en nuestros días. Discutirlo es como decirle a un matemático que dos y dos a veces son cinco.

También es verdad que todos conocemos "adultolescentes" (palabro no técnico), adultos por edad sin personalidad definida. Pero eso ya es otra historia, fruto de nuestra sociedad avanzada.

Como tú dices, nuestras decisiones son determinantes, pero no con respecto a nuestra personalidad (sino al revés). ¿No hay veces que no te gusta cómo has reaccionado en determinada circunstancia, y aún así sabes que volverías a hacer lo mismo en una situación análoga? Pues eso mismo. No es que seamos robots preprogramados, sino que vamos desarrollando esquemas de actuación de los que sólo podemos salir con gran esfuerzo.

Anónimo dijo...

Creo que los dos coincidimos en que la personalidad se forma pronto y, después, ya uno va teniendo experiencias; o tal vez coincidan los especialistas, como dices XD

Nuestra diferencia es que tú consideras que la personalidad nos determina muchísimo y yo más bien pienso que, simplemente, nos inclina o dirige hacia unas reacciones que nos son características, pero no por ello obligatorias.

Tu ejemplo es cierto (de hecho tienes buena parte de razón), pero ahora yo te digo: ¿cuántas veces has hecho o dicho algo y, pasado el tiempo, pensado "pero cómo cojones hice eso"?

Sigo pensando que la personalidad no es una barrera para que uno esté obligado a actuar de una fotma, o sea incapaz de hacerlo de otra. Seguimos teniendo la capacidad de decidir y, me reafirmo, ésta también va a influir en la forma en que afrontemos las experiencias y vayamos aprendiendo.

De todas formas, no hay mucho más de qué hablar: creo que, simplemente, cada uno tenemos nuestra forma de verlo y ambas me parecen aceptables, tampoco tenemos por qué imponer un modelo. Probablemente, unos individuos se amolden mejor a cada uno de los modelos, quien sabe, tal vez en función de su mayor o menor personalidad, o simplemente del tipo de la misma... aaaaaahhhhhh. Ya, que estoy cansado ;-)

Un saludo!

Ramsey dijo...

Efectivamente, esta conversación no es más que un círculo vicioso: sigo pensando lo mismo y, además, creo que en realidad no he leído un contraargumento claro. Las personas no cambian en lo esencial a partir de determinada edad; no cambia su manera de relacionarse con el entorno, como bien dice Nacho. Por cierto, no sé si te has parado a pensar la edad que tenía Azucena cuando le ocurrieron esas cosas...; por ese motivo, de nuevo, no es un ejemplo válido.

Lo que sí admito es que hay individuos cuya personalidad tarda mucho en definirse. Y más en esta sociedad que nos invita/obliga a ser críos eternos.

Saludetes

Mike dijo...

Oye, ¿por qué salgo como anónimo? ¡Soy uno de los miembros honoríficos del foro! ...¡soy Mike!

Rams, es cierto, no tiene mucho sentido hablar sobre lo mismo cuando nuestas posturas han quedado más que claras. Eso sí, para definir la tuya aclárate, porque Azu tenía la mayoría de edad, no 10-12 años como decía Nash. Sobre la personalidad que se va formando a la larga... ¿qué bodrio a medio camino es ese? De hecho, prefiero pensar que no tienes razón, porque si a la pobrecilla se le ha acabado "fijando" la personalidad ahora, tal cual es... emmm ...vaya, ¡de pronto me parece que tenéis toda la razón! XD XD XD

Concluyendo, voy a poner un último ejemplo, simple pero práctico, con el único fin de dejar muy claro cómo pienso: si se pudiera clonar a una persona adulta de, pongamos, 30 años, memoria y recuerdos incluidos (con el Disco Memory de "El sexto día", jeje), pero los dejaras en las antípodas del mundo... ¿De verdad alguien cree que a los 60 años, con otros trabajos, otros amigos, otro entorno, otras anécdotas... serían básicamente la misma persona? ... ... ...Vale, he terminado.

Un saludo!

Ramsey dijo...

Miguel, yo siempre hablo de adolescencia. ¿Qué edades crees que comprende? En concreto, abarca aproximadamente de 10 a los 18 años. Y cuando digo que ese período puede prolongarse en el tiempo me refiero a que las constantes que lo definen en buena medida son las que se alargan: ser tratado como un niño, vivir como un niño, sin responsabilidades, sin preocupaciones serias... en definitiva, SER un niño. Algo característico de nuestra sociedad.

Y nuevamente planteas casos extremos que precisamente por ese motivo no son válidos para generalizar. Te voy a poner yo otro ejemplo siguiendo esa línea: imagina que clonas a un señor de 35 años y, mientras uno lleva su vida normal, otro es abducido por alienígenas y vive en la sociedad de los Frunkulosoides durante 30 años. ¿Serán la misma persona a los 65?... :) Estos casos se deslegitiman de puro absurdo.

Bye!

Mike dijo...

¡JAJAJAJAJA, estás hecho un genio!!! Casi me caigo al suelo con lo de los aliens.

Bueno, el tema no da más de si, pero sólo te diré un apunte final: creo que nash se refería a los 10-12 años en cuanto a que en esa esad un niño ya se ha desarrollado cerebralmente. Luego como seas tratado y tal, amigo, ya es cuestión de experiencias, por lo que en este sentido no andamos tan lejos.

Un saludo!

PD: saluda a los Frunkulosoides, esos cabrones hicieron que no volviera a ser el mismo XD

Ramsey dijo...

Ok, tema concluido, ces´t fini, arrivederci, the end! Pero que quede claro que la adolescencia se considera comnmente que abarca de los 10 a los 18 años. Y no hay que confundirla con la pubertad.

Saludos desde Frunkusol,

Ramsey