2006/11/22

Cabinas telefónicas 2

Bueno, "the Nutty Professor" se ha transfigurado en Pitt (aunque no en Brad, chicas, desafortunadamente para vosotras...); es decir: menda. A menda, al leer el artículo de Miguel, le han venido a la cabeza ciertas peculiaridades del vandalismo callejero (ya sea éste contra cabinas telefónicas o contra cualquier otro elemento del mobiliario urbano).

¿Por qué el vándalo callejero (llamémosle Paco) rompe cosas? Una de las claves puede estar en la publicidad del acto: romper objetos en, digamos, el ático vacío de un edificio no es lo mismo para el vándalo Paco... Éste rompería con aire sentimental una antena parabólica, dirigiendo entre suspiros miradas nostálgicas a las cabinas públicas unas decenas de metros más abajo.

Sentado este primer punto, podría pensarse que el vándalo Paco rompe en público para llevar a cabo una reafirmante demostración de fuerza. Con la inteligencia brillando en su mirada, parecería decir a sus conmilitones de parranda: "¿Habéis visto? ¡Me he cargado la marquesina!¡Yo solito!¡En medio de la calle!". Ahora bien, todo este razonamiento se viene abajo si consideramos una acción que llevan a cabo todos los vándalos invariablemente: patear contenedores vacíos.

Esto es, patear un contenedor vacío está al alcance de cualquiera; incluso un timorato bibliotecario podría patear un contenedor vacío. Esto es un hecho evidente, incluso para la discreta inteligencia de los amigotes del vándalo Paco. Y no solamente es Paco el que lo hace: todo mendrugo que se precie realiza sus desplazamientos a pie a altas horas de la noche solazándose cada quince metros con una patada a un contenedor. Así pues, si la demostración de fuerza no es el móvil, ¿cuál podrá ser?

En el propio elemento problemático está la solución. Examinemos teoréticamente un contenedor: se trata de un objeto de color vivo (enteramente amarillo o, más frecuentemente, gris, pero con una ostentosa tapadera de color naranja); se trata, además, de un objeto que, sustancialmente, podría ser tomado por una enorme caja de resonancia: hueco y con paredes suficientemente delgadas y flexibles como para que suene en condiciones. Efectivamente: al vándalo Paco, que en el fondo de su alma es como un niño pequeño, tierno como el día de la madre, le gusta explorar su percepción sensorial, y jugar con los colores y los sonidos, al más puro estilo Fisher-Pryce. Mientras que el niño pequeño pulsa con su manecita el botón verde para que muja la vaca, el vándalo Paco solamente puede dar rienda suelta a su afán de exploración de sus capacidades sensoriales a través del mobiliario urbano.

¿Cómo aplicar estos conocimientos nuevos acerca de la situación, en el caso de las cabinas telefónicas? Creo que lo más razonable sería ayudar a la selección natural. Por ejemplo, podríamos colocar a intervalos de 50 metros en todas nuestras calles muebles urbanos de un tipo nuevo: pintados de verde y amarillo, con campanillas colgando alrededor de toda su superficie, un par de grandes bocinas en lo alto, multitud de elementos rompibles, un pie flexible (en plan "punching-ball") y una gran diana roja en el centro, a la altura de la cintura de un viandante casual. Visualmente ofensivos, ciertamente, pero no mucho más que el mobiliario urbano en uso; es más, durante las (cercanas) Navidades estarían en perfecta sintonía con el aspecto general de cualquier calle madrileña.

Instalados estos nuevos muebles urbanos, volvamos los ojos a nuestro protagonista. El vándalo Paco llega a la altura de una cabina telefónica ordinaria, pero algo atrae irresistiblemente su atención; casi sin darse cuenta, se acerca y ya está ante un objeto nuevo y fascinante. "Aquí está", diría, cautivado, "con esos colores tan vivos, y todo lleno de cosas que suenan, ¡tiene que hacer tanto ruido...!". El vándalo Paco se da cuenta, sin embargo, de que algo va mal: el objeto no tiene una utilidad evidente, aparte de la de ser pateado; parece demasiado bueno para ser verdad, y eso le detiene. Sin embargo, al segundo su naturaleza comienza a clamar por sus derechos en su fuero interno; una gota de sudor se desliza por su frente ante la mirada divertida que, de reojo, le dirige un jubilado sentado en el banco adyacente. El vándalo Paco intenta mantener la calma, pero la forzada inmovilidad de su cara se ve perturbada por la aparición de un espasmódico movimiento de su ceja derecha que delata que el hilo de su autocontrol está a punto de romperse. Finalmente, Paco toma carrerilla, se lanza hacia adelante y, alzando el pie en plan Oliver Atton, patea con todas sus fuerzas el misterioso adminículo.

Cuando despierta de la inconsciencia provocada por el shock eléctrico (causado por la conexión de la diana roja a la red general), es para descubrir que está en la misma esquina donde había perdido el conocimiento. Sin embargo, se le ha amordazado, ha sido pintado de amarillo y verde, se le han puesto campanillas por todo el cuerpo, dos grandes bocinas en la coronilla, elementos rompibles y que le han colgado de la cintura una gran diana roja. El jubilado del banco dirige de reojo una mirada divertida al vándalo Pepe, que se acerca maravillado al objeto de su fascinación...

9 comentarios:

Nash dijo...

La atracción que Paco sufre hacia los contenedores es muy fácil de explicar rebuscando entre la sabiduría popular, inmensa en este país: la culpa es de los padres -el ayuntamiento- que los visten como putas. Si es que van provocando...

La solución que propones, bautizada como el vándalo vandalizado me gusta, pero querría extrapolarla todo lo posible. Podríamos convertir en becario al empresario explotador, reírnos del payaso, eliminar al asesino, cortarle los brazos al maltratador y al violador... al violador que le jodan. Ups, qué bíblico empiezas, Pitt.

Pitt dijo...

Bueno... Pues tienes toda la razón. Mi intención inicial era aproximarme al tema desde un punto de vista humorístico, pero me temo que me he dejado llevar un poco y, visto publicado, el post parece incluso un poco estúpido.

En fin, nadie nace sabiendo...

Nash dijo...

Que no, hombre, que no!!
No te preocupes, que se pilla el tono humorístico del post. Yo sólo quería abundar en él.
De hecho ni siquiera me lo he leido entero... ;-)

Mike dijo...

Je, je, je, me gusta tu primer post Pitu, se ve que eso de la tesis te ha pulido prosísticamente hablando, porque combinas estilo e ingenio en las mismas proporciones.

Esto es una bienvenida y no la de tu amigo Nash, que, ya sabes, si no dice algo revienta :-)

Sobre los vándalos y tal... ¿no crees que el contenedor, más que un sonajero gigante, sería más bien como una especie de gran piñata? Quiero decir, el tal Paco desea producir ruidos, palpar texturas, ¿o más bien esparcir toda la mierda por los suelos -que, además, también puede ser multicolor, máxime con los reciclajes-?

Un saludo!

Anónimo dijo...

yo una vez tire un papel al suelo (luego lo recogi,porque soy scout)

Serge dijo...

Lo que viene siendo el tono se pilla y es lo suficientemente ampuloso.

Por tanto:

Profesor Nutty, antes conocido como Pitu, quedas renombrado como Pitt y aceptado como miembro de pleno derecho en nuestra logia con el grado 25.

Con estas palabras heredadas de nuestros Padres Fundadores pasas a formar parte de nuestro selecto espacio.

Pd: "si es que las visten como putas" que bueeeeno,tás chalao :)

Ramsey dijo...

Pitt, tu idea es fascinante, y creo que deberías enviarle una carta a Gallardón exponiéndola. Sinceramente, ¿hay mejor regalo navideño que la posibilidad de pegarle una patada a Paco, pese a las consecuencias?

Lo dicho, la Logia te da la bienvenida; prepárate bien y podrás llegar al grado 24 en menos de un lustro ;)

Bye!

Serge dijo...

¡Ahora queremos a Mario!

Ramsey dijo...

...y Mario!! :)