2006/11/21

Si Supermán levantara la cabeza...

Prosiguiendo con mis post sobre denuncias sociales -y, creo, a un nivel distinto de lo habitual-, tras las flagrantes estafas que se demostraron cometían todas esas empresas de pacotilla que venden chorradas para el móvil, o esos nuevos programas concurso-tongo que elevaron "La tienda en Casa" a la epopeya del séptimo arte, esta vez le ha tocado el turno a las cabinas telefónicas.

La otra vez iba yo camino de la oficina de Correos en Cibeles, cuando me percaté de que debía realizar una llamada y, vaya, no tenía el móvil. Oteé la zona y, bingo, seis cabinas de Telefónica al otro lado del paso de cebra. Una chica hablaba en una... ¡y las otras cinco estaban rotas!!! La moneda, por supuesto, a la porra. Hay dos tipos de cabinas: las rotas y las llamadas cabinas-trampa. Las primeras suelen ser el resultado de las segundas, en cuanto alguien, tras ser engañado repetidas veces, agarra el teléfono y lo estampa frenéticamente, cual avecilla de corral en celo, hasta que se parte en dos (muy habitual). Las segundas son producto del ingenio y la imaginación de gentes no muy socializadas, vamos, en general de hijos de puta que se creen muy listos y utilizan las cabinas a modo de hucha (no, no de pobrecitos viejecitos desahuciados). Los tipos de trampas que he llegado a identificar son las siguientes:

Trampa 1: metes la moneda, se la traga, no da crédito, pulsas devolución y la jodida trampillita del cambio está soldada quien sabe con qué clase de mierda.

Trampa 2: metes la moneda, pulsas el botón ese para empujarla, la máquina no la traga y el botón se queda incrustado, con tu moneda escondida.

Trampa 3: metes la moneda, no hay crédito, pulsas devolución y el botón está fofo y no funciona, adiós monedita.



Esto que cuento... ¿os parece gracioso? Detrás de este procedimiento tan sencillo, se esconde la razón fundamental por la que siempre seremos unos pobres seres limitados, condenados a arrastrarnos en este mundo hasta que los alienígenas nos declaren zoo estelar. Desde la Telefónica, hasta los agentes de la ley, pasando por los rateros y los propios usuarios... cada uno se limita a seguir su camino, como un rebaño de cabras...

La empresa Telefónica: "invierto en cabinas, luego me las sabotean una y otra vez, no gano un puto duro, sino en todo caso lo pierdo, ya ni mando a los empleados pertinentes a recoger las recaudaciones, bah, a tomar por culo, putos bárbaros, las cabinas de adorno".

El agente de la ley: "con este suelto de mierda, a por el top manta y los chinos, ¿qué coño voy a estar yo vigilando una puñetera cabina para que me salga un tío chungo?".

El ratero: "qué listo soy, en vez de haber ido al colegio, me la paso estafando a la gente, je, je, ancianos, inmigrantes, pues eso, ¡gilipollas que siguen usando las cabinas! Y vaya, el recuento de hoy: 3 cabinas arruinadas y 7 euros, ¡soy un genio!".

El usuario: "maldita mierda de cabinas, yaaaargh, ¡faca, raca, zaca! Ah, ah, ah... ya, total, ¿para qué voy a llamar al teléfono este de reclamaciones si nadie hace nada?".

Eccolo il cappuccino: un pò di latte, del caffè, zucchero e, naturalmente, la spuma che cresce! Qué maravillosa combinación de estupidez, qué soberbio ejemplo de limitación, pobres necios quienes piensan que el hombre tiene capacidades ilimitadas, ¡cuando es tan absurdo como para llevar AÑOS Y AÑOS con este panorama de mierda sin que nadie haga nadaaaaa! Para quien sea creyente, he tenido una visión: a mi me parece que eso que dice la Biblia de que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios se refiere a que somos los únicos seres, al menos por el momento, capaces de elevar su percepción, o como queráis llamarlo, por encima de la mediocridad, hasta niveles cuasi divinos, para darse cuenta de la mierda que somos. ¿Os imagináis al rebaño de mencionadas cabras pensando: "beeh, beeh, jodeer, si queeee somos gilipoooollaaas"? No, las cabras están al máximo nivel, no dan más de sí. Sin embargo, los hombres, aunque tampoco damos más de sí, somos capaces de discernir nuestras propias limitaciones, lo cual, bien pensado, no deja de ser curioso.

Para quien quiera extraer algo práctico del artículo, comprobaciones pertinentes antes de usar una cabina:

1- Comprobar que la trampillita se abre normalmente y que nada obstruye el conducto (no, jamás han metido jeringuillas con SIDA ahí, querido lector).
2- Comprobar que el botoncito de devolución ejerce cierta resistencia al pulsarlo y que, en efecto, vualve claramente a la posición inicial.
3- Comprobar que el botón que empuja la moneda se mueve adelante y atrás normalmente.
4- Comprobar que la cabina acepta no sólo tarjeta, sino también moneda.
5- Comprobar que la cabina da señal.
6- Comprobar que los botones emiten tonos audibles.

Dicen que el estado de los inmuebles públicos dice mucho de un país... seguramente tienen razón.

Un saludo!

6 comentarios:

Nash dijo...

Así somos los españoles, chavalote. Ovejas, no cabras, aunque también hay unas cuantas de estas en masculino.

Sobre tu último párrafo, una reflexión. Recuerda que en Nueva York sólo funcionaban la mitad de las cabinas, y que las que funcionaban sólo lo hacían la mitad de las veces. Eso sí, estaban limpias y sin desperfectos aparentes. Y sin monopolios.

Mike dijo...

Ya bueno, lo cual demuestra que, tras los flamantes rascacielos, también hay cosas cutres en NYC, sin duda más de un ratero y, probablemente, más peligroso (o eso dicen, la verdad no vimos a ninguno). De todas formas, lo de que las cabinas funcionasen llamada sí llamada no me pareció más bien tongo comercial que rateril, jeje.

Un saludo!

Serge dijo...

Trampa 4: Metes la moneda y llamas, hablas dos minutos y cuando acabas los diez céntimos que sobran NUNCA se devuelven.

0,10 euros x 10000 personas al día en toda España x 365 días del año = 365000 euros

Ramsey dijo...

Volviendo a New York: efectivamente, esas cabinas son hipercutres, ¡ni siquiera tienes la posibilidad de saber cuánto has gastado y cuánto dinero te queda! (=porque no hay pantalla). Además, hay diferencias de precio absurdas entre unas y otras (hasta 0,5 $). Sumad a eso lo dicho anteriormente y veréis que el panorama es bastante desolador. Ah, y tampoco me parecieron sucias, pero sí viejas, exceptuando las del distrito financiero. Quién sabe cómo estarán las de Harlem o el Bronx...

Ramsey dijo...

Ah, y creo que no vimos rateros porque, los hubiera o no, dudo que sea fácil verlos (forma parte de su trabajo); además estuvimos en Manhattan, y en general en las zonas más pijas o comerciales, asín que... Au revoir!

Anónimo dijo...

yo una vez llame por cabinas(pero fue a un numero guarrete)


mañana CINEMAAAAAADDD

PELIS GORREEEE