2006/12/21

Haz que mi monstruo... ¡crezca!

En la vida cada cual es diferente, esto es algo demostrado: sea por una cuestión puramente genética, o basada en la experiencia, o en ambas, en definitiva cada cual llega al final del camino de mil maneras distintas. De hecho, sólo ese final es algo verdaderamente común, el resto es una maraña de actuaciones, opiniones, sensaciones, cuya única referencia real no sería sino la percepción mayoritaria del grupo, en este caso la sociedad, además de la providencia -nunca mejor dicho, la gente suele emplear esta palabra de forma incorrecta-.

Siendo tan diferentes como somos, siempre me ha llamado la atención el ver como algunas personas reaccionan de determinadas maneras ante situaciones que me parecen inauditas, causándome unas veces admiración, otras rechazo, otras simplemente curiosidad. Dada mi forma de ser, en el transcurso de la vida siempre he tratado de ser amable y llevarme bien con todo el mundo, supongo que basándome en la regla de que no esperas recibir lo que nunca darías; pero esta es una opinión más, que con el tiempo he entendido no comparten muchísimas personas.

Cuando empiezas a cumplir años y a tener una mentalidad más formada, entiendes que tus convicciones morales, incluso aquellas más respetables (a tu propio juicio), son ignoradas o despreciadas por terceros. Por un momento te encuentras perdido en el mar del anonimato, sin referencias, sin pautas, sin verdades, mientras te hundes en la negrura de la vulgaridad. Pero al rato, rodeado de oscuridad y neblinas en los abismos de lo mundano, cierras los ojos y buscas en tu interior. Mi padre me enseñó, desde muy pequeño, a cultivar el aspecto espiritual de mi persona... mucha gente se reirá, claro, a ellos nunca les enseñaron...

Es entonces, mientras estando sumergido en la espesura de la noche reencuentras tus referencias, brillantes como balizas en tu cabeza, cuando aparece el demonio más terrible de todos: la soberbia. Es entonces cuando te entra una sensación apenas contenible de que no mereces estar en ese mar y te preguntas si hay más que lo piensan, o si realmente eres el único. Cuando ves al resto de personas, mediocres, estúpidas, vagas... Y es entonces, precisamente, cuando debes buscar aun más hondo en tu ser para vencer a la soberbia y entender que, de alguna forma, cada cual tiene sus nieblas y sus luces, tal vez simplemente estamos destinados a no entendernos.

A lo largo de mi vida, decía, he tratado de llevarme bien y mantener un trato cordial con mis semejantes. Es por eso que, cuando ellos te insultan y desprecian, cuando entiendes que has pasado a formar parte del enorme saco donde guardan sus traumas, putrefactos en el abrigo de la estupidez, te sientes especialmente decepcionado... ¡qué ironía! Entonces recuerdas la soberbia y te preguntas si, tal vez, has obrado mal, si pese a lo injustificado de la reacción contraria, ésta ha tenido al menos un fundamento. Pero cuando eres una persona que cree en lo que hace, que conoce y entiende sus propios defectos, que habla sin temor... cuando te sientes luciendo en medio del abismo de la necedad, se hace difícil.

Cada cierto tiempo, cuando alguien entra en desacuerdo conmigo, cuando realmente no me entiendo con esa persona, trato de comprender si es debido, sencillamente, a una diferencia de opiniones, de actitudes, incluso de gustos. Con el tiempo he llegado a la conclusión de que, si bien esto puede ser así en buena parte de las situaciones (incluso con una mayor responsabilidad de mi parte), no menos defectuoso es ser un hipócrita a un soberbio: también me he cruzado con cada persona estúpida, furibunda y acomplejada que apenas vislumbro en la negrura del mar que es este mundo...y sin embargo ahí estaban, al lado: ¡cuán insignificantes eran! Me pregunto, muchas veces, quién puede pensar así de mi y qué motivos puedo darle; entonces me veo de nuevo perdido en el las aguas del hombre y... vuelve a brillar la luz. Tal vez sea ésta mi mayor limitación o, a saber, mi mayor temor... tal vez la pura verdad...

Probablemente sólo el futuro y dónde estemos el día de mañana se erija como juez de nuestros actos, no sólo ante nuestros semejantes, sino también ante nosotros mismos. Muchos sin embargo no tendrán problema: mirarán en otra dirección, se engañarán lo justo y proseguirán por el camino de lo incorrecto. Creo que J. R. R. Tolkien fue un genio, entre muchas otras cosas, por haber captado el extremo de este prototipo en la figura de Gollum, quien se odiaba a sí mismo, pero ya era completamente incapaz de enmendar sus propios errores. Que Dios, por tanto, se apiade de los muchos Gollums que moran esta nuestra Tierra Media.

Yulaw, the ONE

10 comentarios:

Nash dijo...

Poco que comentar a esto, sólo escribo porque no me mola que se quede a "0 COMMENTS".
De hecho me cito a mí mismo en otro comentario a un artículo tuyo. Al final, lo único que nos queda es haber sido fieles a nosotros mismos. O al menos no traicionarnos gratuita e inconscientemente.

Por cierto, mola la retórica cenagosa que utilizas en este artículo, sí señor.

Ramsey dijo...

Precisamente de esto hablamos no hace mucho, me gusta el tema. Y es que hete aquí el problema de cualquier persona con un mínimo seso: el complejo de superioridad-inferioridad. Surge cuando alguien piensa y es capaz de desarrollar razonamientos que llevan a conclusiones, y así:

Primero se siente más o menos orgulloso de las mismas, ya que le representó un cierto esfuerzo alcanzarlas.

Después observa que: muchos se conforman con adoptar ideas venidas de fuera y/o otros tantos cultivan su mente de manera muy distinta a él y/o unos cuantos más piensan diferente y no logra comprender por qué -no encaja en su estructura mental-.

Finalmente concluye su propia superioridad...


Pero hay algo falso en todo esto, y es que los demás son superiores o inferiores respecto a uno en base a los criterios que uno mismo fija. Así, somos superiores porque nos hemos autoencumbrado, pero también inferiores porque sabemos (es lo que tiene poder desarrollar razonamientos) que juzgamos la generalidad desde nuestra particularidad, y ahí está el fallo. Un fallo que, en general, no podemos evitar y explica este complejo contradictorio.

Mike dijo...

Gracias por vuestros comentarios muchachos, la verdad es que, en definitiva, todo es una puñetera mierda en la que, equivocado o no, ante todo estás tú mismo.

Para Rams: es cierto lo de los patrones personales, pero ahí estamos: ¿realmente son todos igual de válidos? ¿Simplemente diferentes? Vuelvo a apelar a la providencia... Sin embargo no menos cierto es que, al alcanzar un estado reconocido socialmente, no dejas de ser aceptado por quienes antes cuestionabas.

Por tanto, incluso esa providencia, esa aceptación, no deja de ser algo personal, que depende de ti mismo. Sencillamente delicioso.

Un saludo!

Serge dijo...

No puedo aportar gran cosa, habéis desgranado bien un el pecado capital que más nos corroe a los bloggers de Teorizen (al menos bien está reconocerlo). Sólo un comentario para alabar la calidad de la redacción del artículo.

Y es que, aunque nadie nos lo diga, somos los mejores jejej

Ramsey dijo...

De acuerdo con Sergio en su última línea, sin ánimo de minusvalorar al resto de la humanidad por supuesto :)

-¿realmente son todos igual de -válidos? ¿Simplemente diferentes? -Vuelvo a apelar a la providencia... -etc etc

Miguel, tu respuesta es sublime para la demostración feaciente de mi comentario previo, gracias por hacerlo :). Es curioso que ahora incorpores el tema de la aceptación social (ya subyacente, incluso sobreentendido), que sería un buen extra a tratar en futuras ocasiones y constituye uno de los pilares del complejo de superioridad-inferioridad. Porque todo, hasta la egolatría, existe en base a los demás, y eso es lo que nos hace iguales.

Mike dijo...

Rams, el tema de la aceptación social lo nombro al inicio del post original, junto a la providencia (LITERALMENTE: "Disposición anticipada o prevención que mira o conduce al logro de un fin"), como los dos únicos elementos, si estos existen, que podrían sentenciar si fuimos o no sabios, honestos, rectos, plenos, o como prefieras.

Pero claro, está lo que dices... y lo que digo, eso... ¿para qué coño estoy escribiendo? Estamos de acuerdo: puede que hayas encontrado el hilo de la modestia, ¡alabado seas!

POR TANTO, EGO DECIDO:

Al igual que la abeja reina depende de sus miles de obreras, también los seres supremos dependemos de las pequeñas abejitas atareadas para sentarnos en el trono de la sabiduría XD

De todas formas, muchachos, no os conviene olvidar que vosotros seríais, si acaso, mi guardia pretoriana, donde va a parar...

Un saludo!

Ramsey dijo...

Verás, es que eso de la "aceptación social" como incorporación al tema lo decía en base a mi texto anterior, no al tuyo, ya sabes, mi particularidad me guía... :) Pero vamos, que estamos de acuerdo, así que podemos concluir que todos somos iguales, aunque sigamos calificando a la gente como puro divertimento intelectual.

Attmte.,

Un par entre pares

P.D: La palabra providencia sólo me gusta si se está hablando de la ciudad natal de Lovecraft.

Mike dijo...

Emmm, no exactamente, la verdad: no creo que seamos todos iguales, ni mucho menos, pero tampoco que se pueda demostrar claramente quién es "mejor" o "peor". Sin embargo, algo indemostrable no es necesariamente inexistente, mmm...

Como he respondido al post de Nash, realmente, como mucho, puedo medio concluir. Sin embargo creo tener en mi cabeza una visión más clara de cuanto pueda expresar por letras (a riesgo de escribir, literalmente, un libro), así que, como diría mi viejo amigo Disky, yo me entiendo :-)

Un saludo!

Ramsey dijo...

Me remito a mi segundo post, donde explico a qué me refiero cuando digo que somos "iguales". Creo que tienes en la cabeza esa idea -que nos metieron con calzador- sobre la presunta "igualdad" gris y terrible de la antigua URSS, y por eso te cuesta aceptar la palabra.

En cualquier caso, voy a hilar un poco más fino, porque mi opinión no se reduce a eso. Yo sí categorizo a las personas, en base a lo que aportan a otros: si aportan más felicidad que tristeza, valen más; si ocurre lo contrario, valen menos; si hay un equilibrio entre ambas tendencias, no valen nada... ¡que noooo! :) En esta última posición estaría situada, supongo, la mayor parte de la Humanidad.

Mike dijo...

Estoy muy de acuerdo, me parece una muy buena forma de clasificar a las personas, pero ten en cuenta que, presumiblemente, esa felicidad o daño que puedan causar a otros viene en gran parte de una personalidad coherente, madura, moral, generosa, etc. Es esto, en definitiva, lo que nos distingue y, como digo, tu referencia me parece muy aceptable.

También, ya para tocar los cojones, podría haber un monje en la montaña que no se relacionase con nadie y fuese la releche, pero bueno, admitiremos esto como excepción.

Con respecto a la igualdad... ¡el INGSOC ataca de nuevo! Creo en la igualdad ante la ley como individuos, pero no que seamos iguales. Supongo que estamos de acuerdo.

En definitiva, por mi parte, tema concluido. Desde luego han dado de sí estos post sobre egos, relaciones y demás pamplinas, me llevo alguna idea nueva, que no es poco.

Un saludo!